
Meditaciones diarias del Hno. Elías
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Una meditación del Hno. Elías para cada día del año, generalmente basada en la lectura o el evangelio del día y acompañada por un canto de Harpa Dei.
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22 de mayo de 2025 HECHOS DE LOS APÓSTOLES “Martirio de Santiago y liberación de Pedro” Hch 12,1-10 En aquel tiempo prendió el rey Herodes a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Dio muerte por la espada a Santiago, hermano de Juan. Y al ver que esto agradaba a los judíos, decidió prender también a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Cuando lo apresó, lo metió en la cárcel y lo entregó a cuatro escuadras de cuatro soldados para que lo custodiaran, con el propósito de hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Así pues, Pedro estaba encerrado en la cárcel, mientras la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios. Cuando Herodes iba ya a hacerlo comparecer, aquella misma noche dormía Pedro entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, mientras unos centinelas vigilaban la cárcel delante de la puerta. De pronto se presentó un ángel del Señor y un resplandor iluminó la celda. Tocó a Pedro en el costado, le despertó y dijo: “¡Levántate deprisa!” -y se cayeron las cadenas de sus manos. El ángel le dijo: “¡Vístete y ponte las sandalias!” -y así lo hizo. Y añadió: “¡Ponte el manto y sígueme!” Salió y le siguió, pero ignoraba que fuera realidad lo que hacía el ángel; pensaba que se trataba de una visión. Atravesaron la primera guardia y la segunda y llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad, la cual se les abrió por sí sola. Salieron y avanzaron por una calle y de repente el ángel le dejó. Tras un período de calma en Jerusalén, las persecuciones volvieron a estallar. En esta ocasión, fueron iniciadas por el rey Herodes Agripa I, cuya muerte nos relatarán en breve los Hechos de los Apóstoles. En el pasaje de hoy, oímos que mandó prender y maltratar a algunos miembros de la Iglesia. Entre ellos se encontraba el apóstol Santiago, el hermano de Juan, a quien incluso mandó decapitar. ¿Qué pudo haber movido a Herodes a cometer tales crímenes contra los creyentes, que no podían suponer una amenaza para él? La Escritura sugiere el motivo: al notar el rey que sus atrocidades contra los cristianos agradaban a los judíos, mandó prender también a Pedro. En efecto, Herodes, que había sido nombrado rey por los emperadores romanos Calígula y Claudio, intentaba ganarse a los influyentes círculos conservadores del judaísmo mediante una estricta observancia de las leyes judías. Ese debió de ser el motivo principal para perseguir a la joven comunidad cristiana en Jerusalén. Pedro fue puesto bajo severa custodia para luego ser presentado al pueblo. Ciertamente la intención era matarlo a él también. De ser así, la joven Iglesia habría perdido a dos de sus principales apóstoles. Pero Dios no lo permitió. La Iglesia rogaba incesantemente por él al Señor, y Dios respondió enviando un ángel para liberar milagrosamente a Pedro de la cárcel. Mientras que Santiago, el hermano de Juan, se convirtió en el primer apóstol mártir, el Señor preservó a Pedro de una muerte prematura para que pudiera continuar con la misión que le había encomendado. No podemos conocer suficientemente la sabiduría de Dios como para entender por qué toma tal o cual decisión. Sin embargo, sabemos que la sangre de los mártires es semilla para la Iglesia. Ciertamente esto se aplica de forma especial al primer apóstol mártir, cuya muerte habrá servido a la Iglesia de un modo que solo Dios conoce. Tras ser liberado por el ángel, Pedro primero tuvo que convencerse de que no se trataba de una visión o un sueño, sino que su liberación era un hecho real. Así continúa el relato de los Hechos de los Apóstoles: “Entonces Pedro, vuelto en sí, dijo: ‘Ahora comprendo realmente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío’. Consciente de su situación, se dirigió a casa de María, madre de Juan, de sobrenombre Marcos, donde estaban muchos reunidos en oración” (Hch 12,11-12). Mientras tanto, «se produjo una gran conmoción entre los soldados por lo que habría ocurrido con Pedro» (v. 18). Herodes no pudo encontrarlo y bajó a Cesarea, donde terminó su reinado injusto por una intervención divina. Así describen su fin los Hechos de los Apóstoles: “Herodes estaba airado contra los de Tiro y Sidón. De común acuerdo vinieron a él y después de haberse ganado a Blasto, mayordomo del rey, le pedían la paz, dado que sus tierras se abastecían de las del rey. El día designado se sentó Herodes en la tribuna, revestido con los distintivos reales, y se puso a arengarles. El pueblo le aclamaba: ‘Es la voz de un dios y no la de un hombre’. Al instante le hirió un ángel del Señor, porque no había dado gloria a Dios; y expiró comido por los gusanos” (Hch 12,20-23). ¡Qué diferencia entre la muerte de un hombre piadoso –en este caso el apóstol Santiago, que entrega su vida en el servicio desinteresado al Señor del cielo y de la tierra– y la de un rey impío, que derrama sangre inocente sólo para mantener su poder e incluso se deja venerar como si fuera un dios! Mientras la muerte del primero fue permitida por Dios para que su sangre diera fruto para la misión de la Iglesia, la muerte del segundo fue un alivio para los cristianos perseguidos. Este rey ya no podía obstaculizar la difusión del Evangelio. Así concluye el pasaje de los Hechos de los Apóstoles: «La palabra de Dios crecía y se multiplicaba» (v. 24). Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/escuchar-al-espiritu-santo/ Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/permaneced-en-mi-amor/

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23 de mayo de 2025 HECHOS DE LOS APÓSTOLES “Viaje misionero de Pablo y Bernabé” Hch 13,1-13 En la iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé y Simón, que era llamado el Negro, Lucio, el de Cirene, y Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. Mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: “Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra que les he destinado”. Y después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron. Entonces ellos, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí navegaron rumbo a Chipre. Al llegar a Salamina se pusieron a predicar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y tenían a Juan como colaborador. Atravesaron toda la isla hasta Pafos, y encontraron a un mago, falso profeta judío, que se llamaba Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio Pablo, hombre prudente. Éste hizo llamar a Bernabé y a Saulo, con el deseo de oír la palabra de Dios; pero el mago Elimas -que así se traduce su nombre- se les oponía, intentando apartar de la fe al procónsul. Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno del Espíritu Santo y mirándolo fijamente, le dijo: “¡Tú, lleno de todo engaño y de toda malicia, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No dejarás de torcer los rectos caminos del Señor? La mano del Señor va a caer sobre ti y te vas a quedar ciego sin ver el sol hasta el tiempo señalado”. Al momento la niebla y la oscuridad le rodearon y se puso a dar vueltas buscando alguien que le llevara de la mano. Al ver lo sucedido, el procónsul creyó, admirado de la doctrina del Señor. Pablo y sus compañeros navegaron desde Pafos hasta llegar a Perge de Panfilia; pero Juan se separó de ellos y volvió a Jerusalén. En la iglesia primitiva había profetas y maestros, y en el pasaje de hoy se les menciona por su nombre. Mientras celebraban el culto del Señor, recibieron la indicación del Espíritu Santo de reservar a Bernabé y a Saulo para la obra que Dios quería realizar por medio de ellos. No se nos describe con detalle cómo les fue dirigida aquella instrucción, si todos la comprendieron unánimemente o si la recibió uno de ellos y la transmitió a los demás. ¿Habrá sido una iluminación interior o una alocución en la que escucharon la voz del Espíritu Santo? No lo sabemos. Pero lo que podemos constatar es que aquellos primeros cristianos comprendían claramente las indicaciones del Espíritu Santo, sin equivocarse, y las ponían en práctica de inmediato. En este caso, impusieron las manos a los hombres elegidos por el Espíritu Santo y éstos emprendieron enseguida su primer viaje misionero desde Antioquía hasta Perge, pasando por Chipre y Pafos. Cuando llegaron a Pafos, encontraron oposición a su anuncio por parte de un mago y falso profeta llamado Elimas, que formaba parte del séquito del procónsul Sergio Pablo. En un pasaje previo de los Hechos de los Apóstoles ya nos habíamos encontrado con un mago llamado Simón (Hch 8,9-25). En el caso de Elimas, se añade la especificación de que también era un falso profeta. Conocemos a los falsos profetas por diversas narraciones del Antiguo Testamento. No hablaban en nombre de Dios y a menudo estaban al servicio de los reyes. Por lo tanto, profetizaban lo que éstos querían oír. A estos profetas se les llama también «profetas cortesanos». ¿Cómo podemos identificar hoy en día a los falsos profetas o las falsas profecías? Para nosotros, los cristianos, está claro que alguien que habla por encargo de Dios nunca puede anunciar doctrinas que contradigan las enseñanzas del Señor. Puesto que el Hijo de Dios se nos reveló como la Palabra que se hizo carne, solo podemos identificar como auténtica profecía lo que se anuncia en nombre del Señor; es decir, lo que procede del Espíritu Santo. Este es el criterio decisivo y certero para examinar todo lo que se nos presenta como profecía, tanto desde fuera como desde dentro de la Iglesia. Está claro que el diablo intenta obstruir la obra de Dios y susurrar falsas inspiraciones a los hombres, valiéndose también de motivaciones meramente humanas para sus engaños. Recordemos que incluso Pedro fue reprendido severamente por Jesús cuando quiso impedirle que subiera a Jerusalén: “¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres” (Mt 16,23). Necesitamos este claro discernimiento de los espíritus, porque una y otra vez se presentarán falsos profetas. Al final de los tiempos, incluso aparecerá el «Falso Profeta», que, junto con el Anticristo, confundirá a la humanidad durante un tiempo. En el pasaje de hoy, el falso profeta y mago Elimas intentó impedir que el procónsul, descrito como un hombre prudente, abrazara la fe. Entonces, Pablo se enfrentó a él con el poder del Espíritu Santo y le dirigió fuertes palabras: “¡Tú, lleno de todo engaño y de toda malicia, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No dejarás de torcer los rectos caminos del Señor?” Y el Señor no se limitó a estas severas palabras pronunciadas por boca de Pablo, sino que también realizó a través suyo un claro signo: la mano del Señor cayó sobre Elimas y éste dejó de ver la luz del sol por un tiempo. La niebla y la oscuridad le rodearon, reflejándose así su estado interior en este signo exterior. El procónsul había visto y oído lo suficiente. Comprendió y creyó. Pablo, por su parte, continuó su viaje misionero. Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/la-autoridad-de-la-iglesia-2/ Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/amistad-con-jesus-3/

24 de mayo de 2025 HECHOS DE LOS APÓSTOLES “Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia” Hch 13,14-16 [Pablo y Bernabé] siguieron desde Perge y llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga se dirigieron a ellos: “Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, decidla”. Pablo se levantó, pidió con la mano silencio y dijo: “Varones israelitas y los temerosos de Dios, escuchad.” La misión de los apóstoles continúa. En Antioquía de Pisidia se les pidió que dirigieran la palabra a los que se habían reunido en la sinagoga el sábado, tanto israelitas como otros hombres temerosos de Dios. Pablo aprovechó la ocasión para conducir a sus oyentes a través de la historia de Israel y de los profetas hasta la venida de Jesús, en quien se cumplieron las promesas y cuya resurrección venía a anunciarles (Hch 13,17-41). Tras el discurso de Pablo, el relato de los Hechos de los Apóstoles continúa así: “Terminada la reunión, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé, que les exhortaban y persuadían a permanecer en la gracia de Dios. El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para oír la palabra del Señor. Cuando los judíos vieron la muchedumbre se llenaron de envidia y contradecían con injurias las afirmaciones de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía: ‘Era necesario anunciaros en primer lugar a vosotros la palabra de Dios, pero ya que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo mandó el Señor: 'Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra'. Al oír esto los gentiles se alegraban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban destinados a la vida eterna. Y la palabra del Señor se propagaba por toda la región. Pero los judíos incitaron a mujeres piadosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio. Éstos se sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se dirigieron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo” (Hch 13,43-52). Una vez más, la gran fecundidad de la misión despertó la envidia de ciertos judíos. Empezaron a contradecir e injuriar a los apóstoles. Las injurias suelen indicar la influencia de espíritus malignos sobre quienes las profieren. En gran parte, la oposición al mensaje del Señor había adquirido un carácter feo y malicioso. Por lo general, ya no se trataba de una disputa sobre la verdad, sino que los corazones de los judíos hostiles estaban envenenados por sentimientos malignos. Pablo y Bernabé se dieron cuenta de que ya no podían llegar a estos judíos hostiles y sacaron la conclusión pertinente: “Era necesario anunciaros en primer lugar a vosotros la palabra de Dios, pero ya que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles”. Había llegado el momento de no limitar el anuncio sólo a los judíos. Aquellos que se cerraban al mensaje del Señor no podrían pasar por la puerta hacia la vida eterna, pues rechazaban la gracia que Dios les ofrecía. Los apóstoles ya no podían detenerse en anunciar el mensaje de la salvación a aquellos corazones obstinados. Así lo dijeron ellos mismos, recordando el mandato del Señor: “Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra”. Evidentemente, ahora les había quedado claro que debían dirigirse a los gentiles. Los judíos hostiles, por su parte, tendrían que cargar ahora con las consecuencias de no haberse abierto al mensaje de la salvación. También para nosotros, que queremos transmitir la fe a los hombres, esta es una lección importante: si hemos intentado convencer a ciertas personas sobre las verdades de la fe o hemos intentado transmitirles el Evangelio, pero no hay disposición para escuchar por su parte, entonces hemos de dirigirnos a aquellos que sí quieren recibir el mensaje. Podemos seguir orando y ofreciendo sacrificios por los primeros, pero si vemos que cierran las puertas para acoger la verdad, es correcto no seguir desgastando el tiempo y la energía. Muchos gentiles se alegraron al escuchar que también ellos estaban destinados a la salvación y abrazaron la fe. La Palabra del Señor se propagó por toda la región. Los judíos hostiles, en cambio, no daban tregua. Se aprovecharon de su influencia e incitaron a las personas con autoridad en la ciudad. Así se desató otra persecución y los apóstoles fueron expulsados de su territorio. En esta ocasión, leemos que los discípulos se sacudieron el polvo de los pies contra aquella ciudad, aplicando concretamente las palabras de Jesús: “Si alguien no os acoge ni escucha vuestras palabras, al salir de aquella casa o ciudad, sacudíos el polvo de los pies. En verdad os digo que en el día del Juicio la tierra de Sodoma y Gomorra será tratada con menos rigor que esa ciudad” (Mt 10,14-15). Se trata de una advertencia muy seria del Señor, que en este caso se dirige en particular contra aquellos judíos que se cerraron al mensaje del Evangelio e incitaron a otros a hacer lo mismo, obstruyéndoles también a ellos el acceso a la Palabra del Señor. Por su parte, los apóstoles siguieron su camino llenos de alegría y del Espíritu Santo. Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/el-verdadero-guia-de-la-mision-2/ Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/si-el-mundo-os-odia/

21 de mayo de 2025 HECHOS DE LOS APÓSTOLES “La Buena Nueva comienza a llegar a los gentiles” Hch 11,1-4 Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le reprochaban: “¡Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos!” -le decían. Pedro comenzó a explicarles de forma ordenada lo sucedido. Pedro pudo disipar las objeciones de los judeocristianos relatándoles con todo detalle lo sucedido. También los apóstoles y los hermanos de Judea tenían que entender aún que el designio de Dios había querido que ahora el Evangelio llegara a las naciones. Pedro supo reconocerlo gracias a las indicaciones concretas que el Señor le había dado a través de la visión. También fue él quien dio este paso esencial al bautizar a Cornelio y a las personas que habían escuchado junto a él su predicación. Pedro concluyó su relato a la comunidad cristiana de Jerusalén sobre los acontecimientos con las siguientes palabras: “Cuando comencé a hablar, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, igual que al principio lo hizo sobre nosotros. Entonces recordé la palabra del Señor cuando decía: ‘Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo’. Si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, que creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?” Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: “Así pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida” (Hch 11,15-17). Pedro pudo convencer a los hermanos, y es bueno escucharle decir: “¿Quién soy yo para estorbar a Dios?” Él mismo se había dejado convencer y ensanchar por el Señor, y ahora comprendía mejor los designios de Dios. ¡Cuán esencial era y sigue siendo esto hasta el día de hoy! Debemos comprenderlo una y otra vez: nosotros, como discípulos, seguimos al Señor. No puede suceder al revés, pretendiendo poner límites a Dios con nuestros propios pensamientos e ideas. Es el Espíritu Santo quien tiene la visión de conjunto y nos la transmite según nuestra capacidad de captarla. Y es Él mismo quien nos mueve a poner en práctica lo que hemos comprendido. Esto se aplica tanto a nuestro camino interior con el Señor como a nuestro servicio en la evangelización. El Paráclito es la clave para que la misión sea fecunda. Cuantos menos obstáculos le coloquemos, más fácil se lo pondremos. Tras el relato de Pedro, el escepticismo inicial de la Iglesia de Jerusalén se convirtió en alegría y en alabanza al Señor: “Así pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.” Ahora reconocían la gracia de Dios y Él podía incluirlos en su plan de salvación. Debido a la persecución desatada tras el martirio de Esteban y la consecuente dispersión de los fieles, la Palabra del Señor se había extendido aún más. Los Hechos de los Apóstoles nos relatan lo siguiente: “Los que se habían dispersado por la tribulación surgida por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, predicando la palabra sólo a los judíos. Entre ellos había algunos chipriotas y cirenenses, que, cuando entraron en Antioquía, hablaban también a los griegos, anunciándoles el Evangelio del Señor Jesús. La mano del Señor estaba con ellos y un gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó esta noticia a oídos de la iglesia que había en Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía. Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró, y a todos les exhortaba a permanecer en el Señor con un corazón firme, porque era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran muchedumbre se adhirió al Señor. Marchó Bernabé a Tarso para buscar a Saulo, lo encontró y lo condujo a Antioquía. Estuvieron juntos en aquella iglesia un año entero y adoctrinaron a una gran muchedumbre. Fue en Antioquía donde los discípulos recibieron por primera vez el nombre de cristianos” (Hch 11,19-26). El acceso a los gentiles quedó ampliamente abierto. Aunque al principio los predicadores del Evangelio se centraban principalmente en los judíos, aun fuera de las fronteras de Israel, algunos comenzaron a anunciar la Buena Nueva también a los griegos. El Evangelio fue bien recibido en Antioquía (la actual Antakya, en Turquía). Entonces, los griegos fueron de los primeros a quienes se proclamó el Evangelio, y escuchamos que «un gran número creyó y se convirtió al Señor». Por este motivo, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé para dar una sólida instrucción a los neoconversos. Como vemos, los apóstoles no consideraban irrelevante esta instrucción. De hecho, es muy importante que las personas que son nuevas en la fe reciban el apoyo de quienes ya están más firmes en ella, porque necesitan ser consolidadas en esa fe que acaban de abrazar. Llegarán las tentaciones y deben aprender a rechazarlas a través de una doctrina clara y un estilo de vida coherente. Hoy en día no es menos importante que entonces permanecer fieles a la doctrina que hemos recibido de Dios y de la Iglesia. Esto no solo concierne a los neoconversos, sino que también los que llevan tiempo en el camino de la fe necesitan renovarla y profundizar en ella una y otra vez para poder resistir a todo tipo de confusión. Si no lo hacemos, puede suceder que, con el paso del tiempo, nuestro pensamiento se vuelva cada vez más confuso y, en consecuencia, acabemos siendo sembradores de confusión más que de luz. Gracias a la presencia de Bernabé en Antioquía, muchas más personas abrazaron la fe. Por eso Bernabé trajo a Saulo para que le ayudara y juntos instruyeron a la nueva comunidad cristiana durante un año entero. Allí, en Antioquía, los discípulos recibieron por primera vez el nombre de cristianos. Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/claridad-en-la-doctrina-claridad-en-el-camino-2/ Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/procesos-de-purificacion-3/

20 de mayo de 2025 HECHOS DE LOS APÓSTOLES “Los primeros gentiles abrazan la fe y son bautizados” Hch 10,23b-29 Al día siguiente se levantó [Pedro] y partió con ellos. Les acompañaban algunos hermanos de Jope. Entró en Cesarea al otro día. Cornelio, después de haber reunido a sus parientes y amigos más íntimos, les estaba esperando. En el momento en que entraba Pedro, salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pero Pedro le incorporó diciendo: “Levántate, que también yo soy un simple hombre”. Y conversando con él pasó adentro y encontró a muchas personas reunidas. Y les dijo: “Vosotros sabéis que está prohibido para un judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero Dios me ha enseñado a no llamar profano a ningún hombre. Por eso he venido sin vacilación en cuanto me habéis llamado. Ahora os pregunto por qué motivo me habéis mandado llamar”. A través de una visión en la que se le exhortaba a Pedro a sacrificar y comer animales que en el judaísmo se consideraban impuros, el Señor lo había preparado para acudir también donde los gentiles, es decir, los no judíos. Así, Pedro se atrevió a entrar en casa del centurión Cornelio, quien lo esperaba con varias personas a las que había invitado. Cuando llegó, Cornelio le mostró gran respeto postrándose reverentemente a sus pies. Pero Pedro supo cómo reaccionar y le dejó claro que no merecía tal gesto, pues era un hombre como cualquier otro. Lo que le hacía especial era la gracia de Dios que obraba en él y a la que había respondido con toda su vida. Solo Dios merece gestos como este del centurión. En el Libro del Apocalipsis encontramos un pasaje similar: “Cuando lo oí y vi, caí a los pies del Angel que me había mostrado todo esto para adorarle. Pero él me dijo: ‘No, cuidado; yo soy un siervo como tú y tus hermanos los profetas y los que guardan las palabras de este libro. A Dios tienes que adorar’” (Ap 22,8-9). A continuación, Pedro escuchó el relato de Cornelio sobre el ángel que se le había aparecido y le había ordenado que mandara a buscarle. Ahora se habían congregado para escuchar lo que Pedro tenía que decirles de parte del Señor. Sigamos con los Hechos de los Apóstoles para ser testigos de cómo Pedro anunció el Evangelio a aquella audiencia tan dispuesta a escuchar: “Pedro comenzó a hablar: ‘En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier pueblo le es agradable todo el que le teme y obra la justicia. Ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anunciando el Evangelio de la paz por medio de Jesucristo, que es Señor de todos. Vosotros sabéis lo ocurrido por toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo a Jesús de Nazaret le ungió Dios con el Espíritu Santo y poder, y cómo pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; de cómo le dieron muerte colgándolo de un madero. Pero Dios le resucitó al tercer día y le concedió manifestarse, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos; y nos mandó predicar al pueblo y atestiguar que a él es a quien Dios ha constituido juez de vivos y muertos. Acerca de él testimonian todos los profetas que todo el que cree en él recibe por su nombre el perdón de los pecados’” (Hch 10,34-43). Todos los que crean en Jesús recibirán el perdón de sus pecados. La salvación en Cristo, predicha por los profetas, debe anunciarse a todos los hombres. Más adelante, san Pablo afirmará en su Carta a los Gálatas: “Ya no hay diferencia entre judío y griego, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer, porque todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús” (Gal 3,28). Pedro lo comprendió por gracia de Dios. Allí, en casa de Cornelio, su horizonte se amplió y entendió mejor la misión que se le había encomendado: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier pueblo le es agradable todo el que le teme y obra la justicia.” ¡Qué importante es esta nueva comprensión del apóstol! Abre las puertas para todos los gentiles que acudirán a su Redentor. Inmediatamente después, Pedro experimentó la confirmación del Espíritu Santo y sacó la conclusión correcta, como relata a continuación el pasaje de hoy: “Todavía estaba diciendo Pedro estas cosas cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra; y los fieles que procedían de la circuncisión y que habían acompañado a Pedro quedaron atónitos, porque también sobre los gentiles se derramaba el don del Espíritu Santo; pues les oían hablar lenguas y glorificar a Dios. Entonces habló Pedro: “¿Podrá alguien negar el agua del bautismo a estos que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?” Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedase algunos días” (Hch 10,44-48). Se había dado el paso esencial. Pero, como veremos mañana, al volver a Jerusalén, Pedro primero tuvo que justificarlo ante los judíos que habían abrazado la fe en Cristo. Los demás apóstoles y hermanos tendrían que asimilar esta nueva situación en la historia de la salvación: también para los gentiles se habían abierto las puertas a la salvación. Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/es-preciso-que-entremos-en-el-reino-de-dios-a-traves-de-muchas-tribulaciones-2/ Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/la-verdadera-paz-de-cristo-3/