Ella me dijo: "Desnúdate". La observé a los ojos directamente y comencé. Le conté sobre Íncubo y sus inicios; nunca ha sido fácil, pero al principio aún menos. Creé Íncubo como un espacio en el que las personas pudieran explorar su sexualidad sin juicios y con total libertad, un lugar sin tabúes que brindara la confianza para ello. Los clientes siempre llegan con algo de timidez. Muchas veces, en lugar de verlos como simples clientes, los veo como exploradores de un mundo nuevo. “Más que una tienda, cumplimos fantasías”, ese es nuestro eslogan. Les cuento sobre cada producto e intento mostrarles cómo cada uno podría ayudarles a descubrirse y disfrutar más de su intimidad. Es cierto que a la mayoría no les interesa lo que les digo o piensan cosas raras, pero algunos sí lo agradecen. Aún cuando no pueden comprar, agradecen tener un espacio así; a un nivel muy personal, eso reconforta muchísimo. Nunca se ha tratado solamente de un negocio o de vender por vender, sino de crear experiencias y hacer que las personas deseen nuestros productos. Sobre todo, que encuentren en ellos utilidad más allá de un par de vibraciones. Ella se rió suavemente, interrumpiendo mi relato. "Así que eres como el 'alguacil del placer' en tu ciudad", bromeó. Pero en ese momento, sentí que tenía razón. Era un guía en un mundo donde aún había tanto tabú y desinformación. La gente no solo venía a comprar; venían a aprender, a descubrirse, a abrirse. Ella se burló de mí. Quería ver la desnudez de mi cuerpo, y yo, ingenuamente, le mostré la desnudez de mi alma... 🥀