En un árbol de cítricos como el naranjo, el olor de los azahares anticipa la temporada del fruto, y su fragancia se detecta a distancia. De los azahares se forman pequeñas naranjitas que van madurando hasta que están listas para comerse. De igual manera, el Señor Jesús ha comenzado un proceso de transformación interna en cada uno de nosotros, que en poco tiempo se manifestará externamente, a través de buenas actitudes, palabras edificantes y acciones obedientes, porque la naturaleza de Dios y la esencia de su Amor, han sido derramadas al corazón de los hijos e hijas de Dios; testificando que somos nuevas criaturas. Por definición, el fruto es lo que una planta madura nos ofrece para ser consumido. El fruto contiene y protege las semillas que aseguran la siguiente generación de plantas de ese género. En el ámbito espiritual, la obra del Espíritu Santo en nuestra vida se hace tangible a través del fruto que ofrecemos de Cristo a nuestro prójimo. El fruto muestra visiblemente la naturaleza del que lo produce. El fruto del Espíritu, es la manifestación visible del carácter de Cristo en cada uno de nosotros, como resultado de una relación cercana, constante y obediente al Señor y su Palabra. Recordemos que somos ramas de su tronco. Juan 15. 4-5. Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Así como el pámpano (la rama) no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. 5 Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer. RVC Padre, gracias por la transformación que constantemente hacer en mi ser, a través de tu Espíritu Santo, manifestando en todo lugar el olor de tu conocimiento. En el nombre de Jesús, amén. https://wp.me/pbfW9D-5lJ Suscribir al canal de Guía Diaria CVL en WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VaSXDRs9mrGhWW1X2Z17