Alfonso I de Aragón, el Batallador (c. 1073-1134), fue clave en la expansión del reino aragonés. Hijo de Sancho Ramírez, asumió el trono en 1104 tras la muerte de su hermano Pedro I, gobernando Aragón y Pamplona. Su matrimonio con Urraca de León le otorgó el título de rey consorte, pero la nobleza leonesa lo rechazó, anulando el matrimonio tras revueltas. Centró entonces su esfuerzo en la expansión de su reino, conquistando Zaragoza en 1118 con apoyo de cruzados y sometiendo la taifa zaragozana. Sus campañas llegaron hasta las puertas de Granada en 1126. Además, impulsó la repoblación y fortaleció sus instituciones. A su muerte, intentó legar el reino a órdenes militares, pero los nobles lo impidieron, separando definitivamente Aragón y Pamplona. Su legado consolidó a Aragón como potencia peninsular.