La política exterior de Petro es el perfecto ejemplo de la arrogancia progresista: una mezcla de discurso altisonante, victimismo y una absoluta falta de estrategia. Mientras Petro intenta desafiar a Estados Unidos con gestos vacíos, Washington responde con hechos concretos: suspensión de visas, bloqueo de ayuda financiera y presión arancelaria. El progresismo siempre predica sobre justicia social y dignidad, pero a la hora de gobernar, su torpeza solo genera crisis. ¿Qué logró Petro con su bravuconada? Nada, salvo demostrar que su postura es insostenible y que Colombia sigue dependiendo de la voluntad de Washington. El socialismo criollo ha vuelto a estrellarse contra la realidad: la retórica no paga las cuentas ni llena los estómagos vacíos.