Le hice el amor mientras dormía... Fue inevitable. Cerró sus ojitos llenos de cansancio, me acerqué a su espalda y con mis brazos la envolví, le abrigaba. Mi cara en su cuello, respiraba el olor de su cabello, y nada era más perfecto que ese momento. Y en el más profundo silencio de nuestra cama, le susurré... –“Ssshhh no digas nada, y duerme...” Mi respiración se agitó, mis sentidos agudizaron, se desordenaron, pero no la desperté... y la amé, sí, la amé! con cada fragmento que compone mi ser mientras le contaba los lunares como estrellas en su piel. En ese momento la vi tan desnuda, y no precisamente de la piel; sino sin su armadura, siendo ella misma en esta habitación oscura. Con su mal dormir, con esos ronquidos que se escuchan hasta la luna. Verle indefensa ante mí, que el deseo se convirtió en ternura... La imaginaba en un sin fin de posibilidades, creando nuestra historias, viajando por muchos lugares, con los niños corriendo por la casa, con su sonrisa y sus lunares. Si, la amé! Le hice el amor en el silencio de nuestra intimidad mientras dormía... y fue tan hermoso porque no hizo falta piel, ni la malicia que embarga el caos de mi ser, solo con la mirada fija en la nada mientras acariciaba la vaga ilusión de crear poesía en nuestra vida y en nuestra cama, mientras le seguía susurrando... “Si, te amo, mujer! Y no quiero más nada que contigo envejecer, ni un mundo donde nosotros no podemos ser”.