Vanessa Montañés
February 6, 2025 at 06:40 AM
En el vasto jardín de la existencia, donde las almas florecen como flores silvestres en primavera, dos corazones, una vez unidos por un lazo invisible, se encontraron en una encrucijada del destino. Sus caminos, como ríos que fluyen hacia el mar, se separaron, llevándolos a mundos distintos, a experiencias únicas.
A pesar de la distancia que los separaba, el recuerdo de su amor, como una brisa suave que acaricia el rostro, permaneció en sus corazones. En la quietud de la noche, bajo el manto estrellado, sus pensamientos se elevaban como aves migratorias, cruzando montañas y valles, buscando el eco de aquel sentimiento que una vez los unió.
Fue entonces cuando comprendieron que el amor no conoce fronteras, que trasciende el tiempo y el espacio. Decidieron entonces convertirse en viento, en esa fuerza invisible que mueve el mundo, que susurra secretos al oído y que acaricia con delicadeza.
Se transformaron en suaves ráfagas que viajaban a través de continentes, llevando consigo mensajes de amor y esperanza. Se deslizaban entre los árboles, susurrando canciones de antaño, y se colaban por las ventanas, acariciando las mejillas de aquellos que aún soñaban con el amor verdadero.
En cada beso del viento, en cada caricia invisible, se transmitía la esencia de aquel amor que se había transformado en algo más, en una fuerza universal que unía a las almas en la distancia.
Y así, los dos corazones, convertidos en viento, se acariciaban en la distancia, demostrando que el amor, en su esencia más pura, es eterno e indestructible.
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