Justo ante Dios, ante mí mismo y ante los demás Los ideales son motivadores y uno de los más desafiantes es ser una persona justa no solo es un ideal, sino una práctica diaria. La justicia es una forma de vivir basada en la equidad, la ética y la responsabilidad. En la vida cotidiana es cuando decido con imparcialidad, no dejando me llevar por favoritismos o prejuicios, escuchando antes de juzgar una situación. Si trato justamente a las personas según sus méritos y circunstancias, no según preferencias personales. Ser justo es respetar los derechos de los demás, no aprovecharme de mi una posición de poder o ventajas, defendiendo la dignidad y los derechos de cada persona, sin importar su origen, creencias o condición social. Soy justo si cumplo con mis responsabilidades, haciendo lo correcto, incluso cuando nadie me ve. Asumiendo las consecuencias de mis actos, siendo a la verdad y no mentir o engañar para beneficio propio. Justo ante los demás buscando el bienestar común, promoviendo la equidad en el trabajo, la familia o la comunidad, apoyando toda obra de misericordia. Ser justo y compasivo para entender las dificultades de los demás y actuar con sensibilidad. Siendo generoso y en ayudar cuando esté en mis manos hacerlo. Cómo cristiano justo quiero vivir conforme a los principios divinos, actuando con rectitud, equidad y amor hacia Dios y el prójimo. Por eso, reconozco que Dios es mi Señor y busco hacer su voluntad. Vivir conforme al mandamiento del amor y orando y buscando la guía de Dios en cada decisión. El justo es compasivo y misericordioso, ayudo a los necesitados sin esperar recompensa. Perdono a quien me ha hecho daño. No juzgo con dureza, sino con amor y comprensión. La justicia la vivo en familia: actuando con amor, disciplina y respeto mutuo. Justo en el trabajo, siendo puntual, honrado, responsable y tratando bien a mis compañeros. Justo en la comunidad siendo honesto y dispuesto a servir. Practicando mi fe con palabras y obras Cómo dice el profeta: “Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino solo practicar la justicia, amar la misericordia, Y andar humildemente con tu Dios” (Miq 6,8). Señor, eres un Dios justo y lleno de misericordia, vengo ante ti con humildad, pidiéndote que moldees mi corazón para vivir en justicia y verdad. Dame sabiduría para discernir el bien del mal, fortaleza para actuar con rectitud, y amor para tratar a los demás con equidad y compasión. Que mis palabras reflejen la verdad, que mis acciones sean guiadas por la honestidad, y que en cada decisión busque honrarte a ti. No permitas que me deje llevar por el egoísmo, por la injusticia o por el miedo a defender lo correcto. Ayúdame a ser luz en mi familia, en mi trabajo y en mi comunidad para que a través de mí otros puedan ver tu amor y tu justicia. Enséñame a perdonar como tú perdonas, a ayudar sin esperar nada a cambio, y a caminar siempre en integridad, sabiendo que un día estaré ante tu presencia. Gracias, Señor, porque sé que me guiarás y me darás la gracia para vivir conforme a tu voluntad. Lee, medita, ora y comparte P. Óscar