Venta Y Reparaciones De Polillas Y Mariposas
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February 25, 2025 at 01:24 AM
El doctor Elías Varela tenía un fetiche enfermizo: la creación. Pero no cualquier tipo de creación. Su obsesión no era con el amor, ni con el sexo, sino con la esencia cruda de la vida: el semen. Pasó años investigando la forma de darle una existencia tangible, de transformarlo en algo hermoso y grotesco a la vez. Y lo logró. Cada noche, en la clandestinidad de su laboratorio, recolectaba su propia semilla y la de voluntarios anónimos, hombres que entraban y salían de aquel lugar sin saber el propósito real de sus eyaculaciones. Con jeringas y tubos de ensayo, Elías separaba lo inútil de lo valioso, destilando la pureza de cada gota blanca como si fuera oro líquido. Tras meses de experimentación, encontró la fórmula. Una mezcla perfecta de químicos, biopolímeros y proteínas cristalizadas. El resultado: un capullo translúcido que latía como si respirara, caliente y viscoso al tacto, goteando el exceso de su materia prima. Una madrugada, el capullo se abrió. De su interior emergió algo sublime y repugnante: una mariposa de alas perladas, con un brillo húmedo, casi pegajoso. Su cuerpo tenía la suavidad de la piel recién besada, y su olor… su olor era inconfundible, una mezcla embriagante de deseo y transgresión. Elías la contempló con una mezcla de éxtasis y horror. Su pequeña creación flotaba en el aire dejando una estela de hilos blancos que caían lentamente, espesos, marcando las superficies como evidencia de su nacimiento profano. Fascinado, alargó la mano y sintió su textura sedosa entre los dedos. La criatura se posó en su pecho desnudo, dejándole un rastro tibio sobre la piel. Cada noche, más capullos surgían, creciendo en rincones oscuros, palpitando con un ritmo húmedo y obsceno. La mariposa de semen no solo era una obra de arte, era un virus, un ser que se reproducía con cada roce, con cada aliento caliente en la penumbra. Elías dejó de salir. No necesitaba el mundo exterior. Su laboratorio se convirtió en un santuario de cuerpos blancos flotantes, de crisálidas goteando su bendición. Sus manos, su boca, su piel estaban marcadas por su experimento. Una noche, simplemente desapareció. Pero las mariposas siguieron volando. Dejando su rastro espeso en cada lugar que tocaban. Si ves una flotando cerca de ti, cuidado. Puede que cuando despiertes, haya dejado su marca en ti también.

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