Hoy soñé que me desvanecía en un suspiro, atrapado entre las sombras de un tiempo que nunca pasó. Al despertar, la realidad me golpeó como una ola helada, pero tus abrazos persistían como ecos rotos de un rincón olvidado, y tus besos, esos que ya no puedo descifrar, danzaban como polvo en la luz tenue de un atardecer que nunca llegó. Las promesas, aquellas que parecían eternas, se disolvieron en un mar de susurros que ya no lograban recordar nuestros nombres. El ukelele, abandonado en el rincón de lo irreal, lloraba acordes que ya nadie entendía, mientras el té de frutilla, que alguna vez compartimos, se enfriaba en la soledad de un instante con memoria y ganas de recordar lo que en algun momento pasó, esperando un retorno que jamás fue prometido. Y yo, perdido entre lo que fui y lo que nunca seré, me ahogo en la nostalgia de lo que se deshizo, sin comprender del todo el peso de lo ausente.