Dice Salmos 1, 2, que es bienaventurado aquel que se deleita en la Palabra de Dios hasta el punto de tenerla muy presente (meditación) todo el tiempo.   Ahora bien, si miras el primer versículo de ese Salmo, notarás el contraste del bienaventurado (debido a la primacía que da a la Palabra divina), con los que menos precian la Escritura, y que por lo tanto son “impíos”, “pecadores” y “burlones”.   El resto del Salmo trata sobre las bendiciones que recibirán los primeros, y las maldiciones que corresponden a los segundos.   La repercusión del Salmo 1 para ti y para mí es evidente: O la Palabra de Dios impera verdaderamente en nuestras vidas para gloria de Dios y nuestro beneficio, o la ignoramos para optar por la impiedad, el pecado y la burla.   Por favor, dale prioridad a la sagrada Escritura; medítala con fe, amor y buena disposición, para que seas de los bienaventurados.   Dale, hazlo, poco a poco, pero sin pausa.   ¡Ánimo!