▍ ✒️ 𝐭𝐡𝐞ꓹ 𝔭𝔯𝔦𝔢𝔰𝔱 : Sus alientos, solapándose uno sobre el otro, comenzaron a dificultarles el flujo del aire. El oxígeno se volvía un cómplice cada vez más escaso ante la ofensiva entre sus bocas, transformando los suspiros en jadeos que, aunque iniciaron erráticos, pronto hallaron en la urgencia del otro un compás de mutuo entendimiento. Su diestra, peregrina insaciable, trazó un trémulo sendero sobre la calidez de tu piel dispuesta, arrastrando tras de sí estelas de electricidad febril que crisparon cada uno de tus músculos al contacto. Sus cuerpos se enlazaban con una sincronía soberana, deshaciéndose entre sí en un lascivo juego de roces y caricias. Cada ápice de fricción daba rienda suelta a un desenfreno primitivo, a una vorágine lóbrega que convertía a ambos en prisioneros de una apetencia arrolladora. Sus yemas, ahora fauces sin dueño, recorrieron tus costillas con un desespero inhumano, suplicando una respuesta que concediste inminente; víctima del hambre, te abandonaste al laberinto de su espalda, donde los músculos tensos forjaron un relieve de artificiosa bienvenida que tus dedos degustaron mórbidos. Ahí, en ese momento de euforia, el mundo exterior pareció desvanecerse. Solo restó el eco de los jadeos que fundieron el tiempo al son de dientes hincándose en clavículas, de uñas arañando muslos, de pieles que ardían en contacto con la otra, de labios que... Justo en ese instante, negándote la posibilidad de continuar desfogando tu infame anhelo sobre el cuerpo adverso, un celular vibró. El zumbido metálico quebró el ritmo, irrumpiendo en la escena con una exigencia inoportuna. Sobre la mesita de noche, la pantalla del imprudente dispositivo parpadeó con una insistencia cansina, destilando la familiaridad de un nombre que, en cualquier otra circunstancia, habría significado poco, pero que ahora, allí, en medio de un fogoso encuentro, representaba la necesidad de tomar una elección incómoda. El roce aún latía en la piel. Sus bocas apenas se habían separado dejando un hilo de saliva entre ellas. Las manos, aún aferradas a la carne del otro, parecían negarse a soltar el hambriento agarre. Y, sin embargo, el eco de la interrupción pendía rígido sobre ambos, aguardando a que adoptaras una decisión urgente.