Crecer no me está gustando. Me siento asustado todo el tiempo, pero ya soy demasiado grande para correr a los brazos de mamá, demasiado alto para esconderme detrás de papá. Ya no quiero seguir creciendo, porque crecer significa cambio, y nunca me han gustado. Pero inevitablemente, sigo cambiando, en contra de mi voluntad. Se supone que soy un adulto ahora, pero a mis 22 años aún me siento perdido. Y lo peor es que ya no puedo refugiarme en mis padres, porque ellos no logran entenderme, y yo ya no logro entenderlos. Mis problemas son “pequeños” para ser llamados problemas, pero los siento tan inmensos que están a punto de aplastarme. Quiero volver a sentirme seguro, como cuando era un niño, cuando el calor de mi madre era mi refugio, cuando el amor inmenso de mi padre era suficiente para hacerme sonreír. Quiero sentir que tengo derecho a equivocarme, porque al final, sigo siendo un niño que aún está aprendiendo su lección. Soy un intento de adulto que no sabe cómo serlo. No puedo llorar, porque me sentiría avergonzado. No puedo equivocarme, porque ya soy "lo suficientemente mayor". Según mis padres, tengo la edad suficiente para saber qué hacer, pero no lo sé. No me está gustando crecer, porque han dejado de darme atención, porque ya no soy un niño… pero es ahora cuando más los necesito. Sigo tan perdido como antes, con la única diferencia de que ahora, además de perdido, me siento solo. Mamá, quiero un abrazo, como los de antes. Dime que estás orgullosa de mí, dime que estaré bien. Papá, ¿puedes hablar conmigo? ¿Por qué ya no somos cercanos? No me siento incómodo contigo, pero ya no sé cómo llegar a ti. Sigo buscando el refugio que ya no encuentro, y aunque no soy un niño, me sigo sintiendo pequeño. Es curioso, porque en mi mente soy adulto, pero mi alma sigue perdida como cuando era niño. Y esta vez, la diferencia es que ahora, además de perdido, me siento vacío.