No todos estuvieron ahí cuando más se necesitaba… pero tú sí. Tu voz temblaba… pero hablaste. Tu alma quería huir… pero te quedaste. Y ahí entendiste, sin que nadie lo dijera, de qué estás hecha. No es fácil sostener a alguien cuando está roto. Mucho menos cuando quienes deberían ayudar… simplemente miran desde lejos. Pero hay algo dentro de ti más fuerte que el miedo: ese instinto que te impide soltar a quien necesita una mano, incluso cuando tú también estás cayendo. Y luego pasa lo que siempre pasa… Llegas a casa y te rompes tú. Porque ser fuerte para los demás también agota. Y nadie ve cuánto pesa cargar un dolor que no es tuyo… y aún así no soltarlo. Te preguntas si hiciste lo correcto. Si valió la pena. Y aunque nadie te aplauda, aunque nadie lo sepa, algo dentro de ti grita: “Sí. Valió la pena.” Porque lo hiciste por amor. Por justicia. Por dignidad. Por esa voz que no supo defenderse… pero tú sí. Hoy quiero decirte esto: No estás sola. Tu historia importa. Tu corazón ve lo que otros no ven. Y ese fuego interior que tienes… es real. Es guía. Es medicina. Yo no estoy aquí solo como tarotista o terapeuta. Estoy aquí como mujer, como guía, como hermana de camino. Y si alguna vez sentiste que nadie te ve… quiero que sepas: yo sí te veo. Y tu renacer, cuando tú lo decidas, puede empezar hoy.