Este intercambio encapsula con una simpleza brutal uno de los problemas más vergonzosos de nuestra política: la herencia del poder como si fuera una dinastía medieval, pero sin castillos ni dignidad. Mientras el hijo pide no ser reducido a su apodo, su linaje es parte central del discurso. Qué conveniente. Estamos frente a una narrativa donde el nepotismo no se disfraza, se celebra. Y lo peor: muchos aplauden. Como si heredar posición política en el país, fuera tan normal como heredar una carnicería familiar. Pero esto no es Toluca en 1963. Esto es una república, supuestamente. Lo más trágico del meme no es que sea gracioso, sino que ya ni siquiera sorprende. En un país donde lo absurdo se volvió rutina, la línea entre política y comedia se borró hace sexenios. Y mientras el pueblo juega con stickers, los hijos del poder se preparan para heredar el escenario. Bienvenidos al espectáculo. No olviden aplaudirle al próximo protagonista del show. http://wp.me/pS8YV-GDK