*EL CRITERIO DEL DÍA.* 📝🗣️ 🖋️ _C. Lima._ Vivimos en una época en la que la estupidez, entendida como la ignorancia arrogante, la negación de la evidencia y el culto a lo irracional, se disfraza de opinión legítima. Tolerarla no es virtud, sino complicidad. Cuando el absurdo gana terreno en el debate público, no basta con discrepar: hay que desenmascararlo. La falsa equidad de tratar todas las ideas como iguales ha normalizado el pensamiento mágico, el discurso conspirativo y la deshonestidad intelectual. ¿Debemos aceptar como válido lo que se sostiene sin pruebas, se propaga con mala fe o niega derechos fundamentales? La respuesta es no. La tolerancia infinita solo alimenta la irracionalidad; como advirtió Popper, termina destruyendo hasta la propia tolerancia. Esto no significa caer en el autoritarismo del pensamiento único, sino defender que las ideas tienen consecuencias. La estupidez no es inofensiva: corroe el diálogo, justifica la injusticia y pone en riesgo avances sociales. Frente a ella, la indiferencia es un lujo que no podemos permitirnos. El antídoto no es el desprecio, sino la confrontación clara: con argumentos sólidos, con educación firme y, cuando sea necesario, con la negativa rotunda a legitimar lo indefendible. Callar por falsa prudencia es dejar que la oscuridad gane espacio. La inteligencia colectiva exige no cederle terreno.