¿Por qué somos tan crueles entre nosotros? Mi hija pasó días trabajando en esta bufanda. Eligió con cuidado el hilo, aprendió la técnica del nudo celta, y tejió cada fila con amor… porque para ella, significaba algo. Quería regalársela a una chica de su clase. “Porque sí”, me dijo. “Me parece simpática, y quizás podríamos ser amigas.” La chica tomó la bufanda, la levantó y dijo: “Gracias, pero no soy una abuela.” Y se la devolvió. Mi hija no dijo nada. Simplemente se dio la vuelta y caminó sola a casa. Y luego se quedó en casa durante toda una semana. Le dijo a la escuela que estaba enferma. Y de algún modo, lo estaba. No con fiebre, sino con ese tipo de dolor que se siente cuando alguien te hace creer que lo que creaste con amor es tonto, viejo o no suficiente. Ese tipo de dolor que te hace dudar si vale la pena intentarlo de nuevo. Esa semana hicimos cosas pequeñas: hornear, ver películas antiguas, desenredar hilos. Y al tercer día, le dije algo que ojalá alguien me hubiera dicho a su edad: Ser creador siempre será más difícil que ser crítico. Pero al final, los creadores son quienes cambian el mundo. Así que le abrimos una tienda. La registré en la app de Tedooo y le di una cuenta Pro, la misma que uso para mi tienda. Sin tarifas, sin presiones. Solo su pequeño rincón del mundo donde seguir creando. Y tal vez, con un poco de suerte, encontrar personas que lo entiendan. Está mejor. Sigue callada. Pero su cesta de lana está llena otra vez. Y anoche me pidió ayuda para enviar su primera bufanda. Pero no esta. Esta se queda con ella. Le recuerda que la bondad nunca debería ser opcional. Y que cada nudo en la vida puede transformarse en algo hermoso. Si estás leyendo esto y tienes un pequeño artesano en casa, recuérdale que lo que hace importa. Incluso cuando recibe silencio a cambio. Especialmente entonces.