Textos Que Te Pueden Sacar Una Sonrisa
Textos Que Te Pueden Sacar Una Sonrisa
May 22, 2025 at 12:22 PM
Un hombre necesitaba que pintaran su viejo bote, así que contrató a un pintor del pueblo. Le explicó el trabajo, acordaron un precio justo y le dio total libertad para trabajar cuando pudiera. Al día siguiente, el pintor fue al muelle, preparó sus materiales y comenzó a pintar el casco del bote. Era un trabajo simple: unas cuantas capas de pintura para devolverle vida al color desgastado. Pero mientras pasaba la brocha por la parte inferior, notó algo que llamó su atención. —Este bote tiene un agujero —murmuró para sí mismo, tocando la madera dañada con los dedos. No era parte del encargo. Nadie le había dicho nada sobre eso. Pero como llevaba años haciendo ese tipo de trabajos, sabía que ese pequeño agujero podría ser un gran peligro si no se arreglaba. Sin pedir permiso ni hacer preguntas, fue a su taller, buscó un poco de resina, madera de refuerzo y lo reparó con esmero. Tardó más tiempo del planeado, pero al terminar, el bote no solo estaba pintado… también estaba seguro. Al día siguiente, el dueño del bote tocó la puerta del pintor. —Buenos días —saludó con una expresión seria, mientras sostenía un sobre en la mano—. Vengo a entregarte algo. —¿Por la pintura? —preguntó el pintor, confundido—. Pero eso ya quedó saldado. Usted me pagó el mismo día que me dio el encargo. —Esto no es por pintar —respondió el hombre, con la voz quebrada—. Es por haber sellado el agujero del bote. El pintor lo miró sorprendido. —¿Cómo lo supo? —Porque mis hijos salieron ayer en ese bote a pescar —dijo el hombre—. Yo no lo sabía. Cuando me di cuenta de que se habían ido en ese viejo bote, me invadió una angustia terrible. Recordé el agujero, y creí que los había perdido… El hombre hizo una pausa. Sus ojos se humedecieron. —Pero entonces los vi volver. Sonrientes, sanos… y con el bote intacto. Cuando lo revisé, vi que alguien lo había reparado. Y entendí que fuiste tú. —No fue nada —respondió el pintor, con humildad—. Solo vi el agujero y pensé que podía arreglarlo. No me costaba nada. El hombre negó con la cabeza, conmovido. —No fue “nada”, amigo. Tú salvaste a mis hijos… y eso, para mí, vale más que cualquier dinero. Sacó un cheque y lo dejó sobre la mesa. —Este es solo un pequeño gesto de agradecimiento —dijo—. Porque a veces, lo que para unos es un simple detalle… para otros puede significar el mundo entero. Reflexión final Nunca subestimes el valor de lo que haces, incluso cuando parezca pequeño. Una acción que tú realizas por simple generosidad, sin esperar nada a cambio, puede convertirse en la salvación de alguien más. Ayudar, aunque no te lo pidan. Hacer el bien, aunque nadie te mire. Eso es lo que realmente transforma el mundo. Porque nunca sabes cuándo, sin quererlo… tú puedes estar salvando una vida. ¿Qué opinás de este relato?

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