El peor sentimiento para una mujer es cuando intenta tener una conversación con un hombre sobre su comportamiento—el mismo que la lastima todos los días—y en lugar de escucharla, él se enoja y le da la vuelta a la situación. Es un golpe que duele en lo más profundo. Una mezcla de frustración, tristeza y abandono emocional. Ella junta valor para hablar, no para pelear ni atacar, sino porque lo ama y quiere que las cosas mejoren. Habla desde el dolor, sí… pero también desde la esperanza. Esperando que esta vez, tal vez, él la escuche de verdad. Que entienda el peso que ha estado cargando en silencio. Pero en lugar de acercarse… él se pone a la defensiva. En lugar de validar lo que ella siente, desvía la conversación. Se vuelve frío, irónico, hiriente… Cambia el tema, le echa la culpa, y convierte sus sentimientos en un ataque contra ella: su forma de decirlo, el momento en que lo dijo, su tono. Y así, de un segundo a otro, el dolor de ella queda enterrado bajo la rabia de él. Y no es solo la discusión lo que duele… es el mensaje oculto detrás de todo eso: “Tus sentimientos no importan.” “Tu dolor incomoda.” “Tu voz es demasiado.” Ese momento se vuelve una herida silenciosa. Otra cicatriz más que se suma al montón emocional que ella ha tratado de reprimir… todo en nombre de la paz. Pero la paz sin entendimiento no es paz. Es silencio. Es fingir. Es caminar sobre cristales para no romper algo… mientras poco a poco ella se rompe por dentro. Lo más triste es que, después de muchas de estas situaciones, ella empieza a dudar de sí misma. “Tal vez sí soy muy sensible.” “Mejor lo dejo pasar.” “Quizás no es tan grave…” Pero muy dentro… ella sabe que sí lo es. Sabe lo que es el respeto, la empatía, el amor verdadero. Y esto no lo es. Cuando una mujer se atreve a hablar de lo que le duele, es un acto de amor. Es ella diciendo: “Todavía me importa lo suficiente como para intentar arreglarlo.” Es una oportunidad para conectar, para sanar, para crecer. Pero cuando esa apertura es recibida con enojo o reproches, la empujas más lejos. No solo emocionalmente… también espiritualmente. - Créditos a quién corresponda