En tiempos del Profeta Muhammad ﷺ, había una mujer de piel oscura (en algunas versiones llamada Umm Zufar) que padecía epilepsia. Durante los ataques, se caía al suelo y su cuerpo quedaba expuesto sin querer. A pesar de su situación, no se alejó de la comunidad ni se victimizó, sino que decidió acudir directamente al Mensajero de Allah ﷺ para pedir ayuda. Cuando se presentó ante él ﷺ, le dijo: “Oh Mensajero de Allah, sufro ataques de epilepsia, y cuando eso sucede se me descubre el cuerpo. Ruega a Allah por mí.” (Sahih al-Bukhari 5652 / Sahih Muslim 2576) El Profeta ﷺ, con su inmensa misericordia, le ofreció dos opciones: “*Si quieres, ten paciencia y tendrás el Paraíso; o si prefieres, puedo invocar a Allah para que te cure.”* (Sahih al-Bukhari 5652 / Sahih Muslim 2576) La mujer creyente, con una fe y resiliencia enormes, respondió: “*Tendré paciencia*, pero ruega a Allah para que no se me descubra.” (Sahih al-Bukhari 5652 / Sahih Muslim 2576) Entonces el Profeta ﷺ hizo du‘a por ella, pidiendo que, aunque le diesen los ataques, no se le descubriera su cuerpo. (Sahih al-Bukhari 5652 / Sahih Muslim 2576)