¿Qué significa ser ciego? (¿amigos?) Ser ciego no es solo no ver con los ojos. Es aprender a mirar con el alma… y a veces, también, a cerrar los ojos del corazón cuando duele. La ceguera me ha enseñado muchas cosas. Entre ellas, que hay amigos que no necesitan verse para sentirse. Pero también que hay quienes, cuando la luz se apaga, se van. Y duele. Porque tú creías que estarían. Que verían más allá de tu bastón, de tus tropiezos, de tus silencios. Hay amistades que florecen en la oscuridad… y otras que desaparecen en cuanto dejas de ver. No sabes cuántas veces escuché eso de "tú avísame si necesitas algo", y cuando realmente lo necesité, solo había un tono de llamada… sin respuesta. Y lo que más desconcierta: esos que decían ser tus amigos, pero cuando les compartes algo sobre tu discapacidad —una experiencia, una emoción, una barrera—, te miran con fastidio, cambian de tema o incluso se enfadan. Te dicen que "no les cuentes esas cosas", que "mejor hables de otra cosa", o simplemente no les importa. Entonces uno se pregunta: ¿qué clase de amistad es esa, si no hay lugar para lo que también forma parte de ti? A veces, ser ciego es también quedarse solo en medio de una multitud. Descubrir que la verdadera discapacidad no siempre es la tuya, sino la de quienes no supieron acompañarte sin juzgar, sin huir, sin temer. Y sin embargo, esas ausencias también enseñan. Te hacen más fuerte. Más selectivo. Más consciente de quién sí y quién no. Porque, por suerte, están los otros. Los que no tienen miedo de darte el brazo para guiarte, de caminar a tu paso, de reírse contigo cuando tropiezas. Los que no te ven como “el ciego”, sino como un amigo, con todo lo que eres. Esos que no esperan que veas su cara para demostrarte que están. Su presencia es tan firme que se siente… incluso en la distancia. He aprendido que no hace falta ver para reconocer una amistad sincera. Se escucha, se huele, se abraza, se intuye. Y aunque la ceguera ha cerrado una ventana, me ha abierto muchas puertas: la del corazón, la del discernimiento, la del agradecimiento más profundo por quienes sí se quedan. Gracias a los que estáis. A los que os quedasteis. A los que no necesitáis que os vea para saber que estáis ahí. Vosotros sois mi luz. Y también gracias, en silencio, a los que se fueron, a los que se alejaron o se alejan porque les molesta que hable de ello, porque no les importa mi discapacidad, ni las personas con discapacidad. Os deseo una buena vida, que os vaya bonito. Porque la vida es demasiado corta para cargar con rencores, y cada uno camina su propio camino. Juan Carlos Martín Martín ________________________________________ #cartasinfinitas ________________________________________