
PODER POPULAR☭MSP
June 3, 2025 at 10:23 PM
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Elección del Poder Judicial
Opinión
César Enrique PIneda
La oposición se equivocó al interpretar como debilidad de Morena los resultados de la elección 2021. Se equivocó al interpretar como debilidad la baja participación en la revocación de mandato. La oposición se equivoca (o usa maliciosamente)la baja participación, sea para golpear al gobierno, sea como interpretación de falta de apoyo, sea como recurso para impugnar la elección judicial. Esta equivocación es sólo el error más reciente de un historial de equívocos y de crisis opositora.
El patrón histórico de participación electoral crece en elecciones presidenciales y baja en elecciones intermedias del congreso que son ejercicios frecuentes que la población ya conoce su funcionamiento y objetivos. Aún así, la participación baja hasta el 45% si no hay elección de presidente, la más convocante y que más llama la atención. Pero incluso el bajo nivel de participación de las intermedias no fue logrado en la consulta de revocación de mandato, donde se redujo la participación hasta cerca del 17%. Era totalmente previsible que esta elección fuera aún más reducida, por haberla diseñado con premura, al instalarse menos casillas, al tener el INE menos recursos -lo que provocó una difusión restringida- y en especial por la complejidad de la elección que exigía al ciudadano una revisión de candidaturas inmanejable y sin orientación partidaria como identificación de los candidatos. La elección debió ser progresiva y centrarse en esta elección en la Suprema Corte de Justicia, lo que hubiera permitido un debate más centrado en los candidatos a ministros y en el papel de ese órgano. A ello hay que sumar la errática ausencia de la oposición. La baja participación fue producida por ser una elección de nuevo tipo, complicada y con una organización hecha más o menos al vapor (aunque el INE hizo lo que pudo) que le exigía un rigor informativo al ciudadano promedio imposible de realizar y no por falta de apoyo ni a la cuarta transformación ni tampoco falta de apoyo a la reforma al poder judicial como demostraron varias encuestas, donde la necesidad de la reforma llegaba al 71% de los consultados. Sin embargo, creer que la reforma es necesaria no asegura la participación sin claridad de candidatos y mecanismos de votación.
Aunque la baja participación sí es un golpe de legitimidad a una elección mucho más importante que la revocación de mandato, la oposición borra estas condiciones estructurales de la elección, queriendo hacer parecer que la población rechaza o la reforma o incluso a la 4T (un verdadero disparate a menos de un año de la elección presidencial de 2024). Sin embargo la retórica de la oposición intenta ocultar un historial de equívocos, decisiones erráticas y debilidad:
1) la oposición siendo minoría debió buscar a toda costa llegar a un acuerdo en las cámaras para perfeccionar, modificar o mitigar los aspectos más desordenados de la reforma judicial. Su incapacidad para jugar como una oposición democrática, lleva al bloqueo y boicot de toda iniciativa del partido mayoritario. La academia liberal, debería recordar que el escalamiento conflictual no se debe sólo a la responsabilidad de una sola de las partes. La oposición ha jugado a escalar el conflicto desde el inicio del gobierno de López Obrador. En esa polarización de derechas, siempre ha perdido la oposición. Según el prestigiado politólogo estadounidense, Robert Dahl una de las ventajas del pluralismo político, es que la negociación dificulta el extremismo. Pero tenemos que tanto el poder judicial, como la oposición rechazaron radicalmente desde el inicio, cualquier posibilidad de negociación como se hace en cualquier democracia, sino que intentaron por todos los medios parlamentarios y extraparlamentarios, legales e ilegales impedir la reforma. Los liberales han puesto mucha atención al discurso polarizador del expresidente Obrador, pero muy poca atención y crítica al discurso polarizador de la derecha. Otra vez, si consideramos lo que dice Rober Dahl, véase el peligro que puede implicar esta actitud de la oposición: “Cuanto más hondo sea el conflicto entre el gobierno y la oposición, mayores serán las posibilidades de que cada uno niegue a otro la participación efectiva en el ejercicio del poder político”. Y dice además “la probabilidad de que un gobierno tolere a la oposición aumenta a medida que disminuye el precio de dicha tolerancia”. Esto quiere decir, que entre más intolerante se vuelve la oposición produce un efecto también de intolerancia del gobierno y viceversa. Esto es lo que ha sucedido en el proceso de la reforma judicial. La oposición va a seguir perdiendo si no se somete a las reglas democráticas y trata de influir en las decisiones de la 4T y no solo bloquearlas infructuosamente.
2)La oposición demostró que su crisis es total recurriendo a distintas estrategias frente a la elección. Unos llamaron a la movilización, que fue no sólo débil sino casi ridícula. Otros salieron a votar, como varios funcionarios, gobernadores y representantes panistas, al mismo tiempo que parte de su dirigencia caracterizaba a la elección como golpe de estado y llamando a no participar. Esta contradicción muestra no sólo falta de unidad sino de liderazgo y claridad sobre su postura ante la elección.
Al parecer, no hay que descartar que busquen la anulación de la elección, lo cual volvería por un lado a escalar el conflicto, produciendo un mayor endurecimiento del oficialismo. Pero también de no lograrlo, un mayor debilitamiento de la propia oposición que demostraría una vez más su insensatez y sus decisiones delirantes. Pero quizá lo más grave es la decisión de promover el abstencionismo. La oposición se contradice: no quiere un poder judicial capturado por el oficialismo, pero le entrega en bandeja de plata a ese oficialismo todos los cargos en ese poder al no participar en la elección. La oposición es totalmente corresponsable del resultado de la elección tanto en términos de falta de participación como de que candidatos afines al oficialismo ocupen hoy casi seguramente por completo ese poder. Esta derrota o bien dejará a la oposición como partidos testimoniales de los cambios que decidirá la cuarta transformación sin una corte que los obstaculice, o bien los dirige peligrosamente a salirse de los cauces institucionales de la democracia representativa. La oposición no ha sido acorralada solamente por Morena y la 4T: se ha autoboicoteado, minando su propia influencia, que hoy ha quedado totalmente neutralizada por decisión propia.
3) Pero el error más grave de la oposición (incluyendo la del poder judicial) -que muestra su dogmatismo y negacionismo- fue rechazar la necesidad de una reforma a la justicia. Al ocultarse detrás de las acusaciones de autoritarismo de la 4T, como avestruz, evadió reconocer la profunda crisis del poder judicial, dejando en manos de Morena la iniciativa por la renovación. La falta de rigor analítico que interpreta la iniciativa de la reforma como un "capricho" o a una "venganza", es retórica barata (a la cual cierto liberalismo ha hecho eco), ya que exalta y heroifica al poder judicial como contra contrapeso y órgano contra mayoritario, es decir, se refugia en la teoría y discurso liberal, sin reconocer la real oligarquización del poder judicial, la profunda crisis de nepotismo que caracteriza a ese poder, la falta de independencia y neutralidad de la corte en casos emblemáticos (que puede representarse en ejemplos que van desde la nominación y ratificación de Eduardo Medina Mora como ministro de la Corte hasta la oscura actuación de Piña, abiertamente facciosa, pasando por la intervención presidencial sobre la corte en casos como Atenco, Florence Cassez o la guardería ABC sin mencionar los desacatos a resoluciones judiciales que favorecían a pueblos indígenas en defensa del territorio que nunca fueron castigados desde el poder judicial). La romantización del poder judicial como poder pulcro, intocado, neutral como narrativa ideológica (justicialandia) no sólo evadió reconocer la enorme influencia del poder corporativo-empresarial en resoluciones emblemáticas, sino que dejaba toda iniciativa de reforma del lado de morena y toda resistencia al cambio del lado de la oposición y la corte. Al evadir cualquier diagnóstico crítico del poder judicial, quedaron en efecto, del lado conservador y al obradorismo del lado reformador. Esta posición es fruto estructural de la visión de reducir la democracia al procedimentalismo electoral. El triunfalismo del PRIAN en el régimen de la transición evadió reconocer la necesidad de numerosas reformas postalternancia: reforma al ejército para terminar con la impunidad de los crímenes del pasado; reforma laboral-sindical, que permitiera la autonomía obrera; nuevo pacto federal, que frenara el autoritarismo subnacional y por supuesto, reforma judicial, que por un lado permitiera un nuevo sistema de atención al crímen y por el otro renovara a un poder que se fue alejando cada vez más de la realidad popular y nacional. En su discurso de la democracia mexicana no lograron ver o no quisieron ver la enorme crisis de Estado que la transición bloqueada, inconclusa y deformada hizo del país. La cuarta transformación, nos guste o no, sean correctas sus reformas o no, se produjo ante ese vacío y crisis y ante el enquistamiento de fuerzas que nos llevaron al desastre. Que la oposición después de siete años de 4T siga sin poder reconocer esa crisis y su responsabilidad en ella, habla de su enorme ceguera ideológica que se volverá peligrosa entre más fracase y entre más se cierre así misma a la democracia liberal representativa que dice defender.
La elección finalmente, sí fue una forma de cerrar el conflicto de poderes que en efecto se produjo durante la presidencia de López Obrador. Es cierto que el ex presidente llevó la confrontación con el judicial a sus últimas consecuencias. Pero también es cierto que la Corte escaló y polarizó con el ejecutivo hasta llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias, y perdieron. Es cierto el argumento liberal de que la Suprema corte es un árbitro e intérprete de la legalidad que tiene facultades para anular leyes y ser contrapeso y órgano contramayoritario. Pero incluso un autor clásico como Alexander Bickel habla del equilibrio que debe guardar lo que él llama la “dificultad contramayoritaria”, donde si bien evalúa como positiva la intervención de la corte para proteger a las minorías también ve el peligro de que si el poder judicial interviene excesivamente , se sobrepase de sus funciones, socavando a la democracia misma. Bickel sugiere moderación y prudencia judicial en esa intervención, algo que la Corte nunca tuvo, asumiendo un papel abiertamente militante contra el ejecutivo.
Ran Hirschl ha llamado a esa intervención excesiva, JURISTOCRACIA que termina en la restricción de la soberanía parlamentaria. Es decir que jueces no electos democráticamente terminan frenando lo que los representantes populares han decidido. Hirschl, plantea que esta juristocracia es una estrategia de las elites para frenar las decisiones colectivas que pongan en riesgo el status quo. El intento de juristocracia a la mexicana podría haber llevado al lawfare en la carrera de polarización entre el ejecutivo y el judicial. La corte quiso jugar sus cartas de la juristocracia y amenazó con usar el lawfare. El ejecutivo jugó las suyas. Los primeros perdieron por su arrogancia legaloide y por su falta de estrategia política pero sobre todo por su negativa al diálogo y la reforma por vías consensuales.
Ha terminado la batalla por el poder judicial.
Ha comenzado un cambio de régimen.
La oposición tendrá que decidir si participa o no en él.
Deberá decidir si mantiene la negación del colapso del régimen de la alternancia, pero también la negación de su propio fracaso.
@cesarpinedar.