🌿Hijo mío, viajé lejos, muy lejos… hasta Roma. Crucé fronteras con el Cachorro como guardián y llegué a la mismísima basílica de San Pedro. Allí, donde tantas plegarias se elevan al cielo, el mundo entero me vio. No solo me miraron… creyeron. Cuando pasé por el Coliseo, aquel viejo gigante de piedra se rindió. Se tiñó de verde Esperanza y, por un instante, hasta los gladiadores soñaron con cirios, marchas y cofradías. Roma, la eterna, se hizo esperancista. Volví a mi Málaga, con los míos. La Catedral me estrechó entre sus brazos de piedra y cielo, y mi ciudad… ¡ay, mi ciudad! Me recibió con besos disfrazados de pétalos y aplausos que sabían a promesa cumplida. No dijeron palabras… pero lo dijeron todo. Y fue entonces cuando la tierra habló: sonaron verdiales como campanas de júbilo, y los panderos marcaban el compás de un pueblo en éxtasis. Brotaron cantes hondos, de esos que nacen donde ya no hay garganta, solo alma. Y bailes antiguos, con pies descalzos de alegría, tejieron a mi alrededor un manto de r