✍🏻✍🏻 Estoico en tiempos de consumismo. Tercamente analógico en la era digital. De pensamiento largo en momentos de ansiedad galopante. Artesano de la palabra mientras otros se encomiendan a la inteligencia artificial preguntando qué decir. Manos con tierra en el período de la automatización. Vendedor de flores en tiempos de odio. Promotor de los que vendrán mientras otros líderes no supieron irse a tiempo. Provocador intelectual cuando otros gritan batalla cultural que tiene mucho de batalla y nada de cultura. Auténticamente antiestético cuando todo era pose. Predicador de la felicidad humana mientras vivimos entre algoritmos que alientan la crispación. Residencia presidencial sin más comodidad que un banco de chapitas. Puertas abiertas para todos: reyes, poetas, intelectuales, compañeros, cineastas, obreros, chiquilines, periodistas de todos los idiomas, amigos. Visitante de honor en universidades sin más título que su nombre. Invitado ilustre en palacios, galas, cumbres, un mundo de etiqueta al que insistía ir sin corbata. Siempre sabiendo que la coquetería es puro cuento y lo mejor es el camino de vuelta a la chacra con Lucía, Manuela, las flores, el tractor, los árboles por plantar. Le gustaba decir “No me voy, estoy llegando” y por esas coincidencias algorítmicas me quedó en Youtube pronta para reproducir “Zamba para no morir”: Mi razón no pide piedad Se dispone a partir No me asusta la muerte ritual Solo dormir, verme borrar Una historia me recordará Vivo Veo el campo, el fruto, la miel Y estas ganas de amar No me puede el olvido vencer Hoy, como ayer, siempre llegar En el hijo se puede volver Nuevo