Hace unos días, entré en un tribunal con determinación, listo para defender a alguien que se enfrentaba a una expulsión absolutamente injusta de España, un lugar que ha considerado su hogar toda su vida. Nacido en un tranquilo pueblo de Segovia, esta persona tiene un hijo ciudadano español, con su padre y toda su familia arraigados aquí. Sin embargo, por las dificultades de la vida, perdió su residencia, y el sistema estaba dispuesto a deportarlo sin tener en cuenta sus profundos lazos con este país. Os diré la verdad, me pareció incorrecto, injusto y, francamente, "no tenia ni pies ni cabeza". Ese día, compartí mi determinación de luchar contra esta expulsión infundada, de defender a alguien que está siendo tratado como si no tuviera derechos, historia ni pertenencia. Y hoy, el juez declaró que la expulsión no solo era injustificada, sino ilegal, condenando claramente el intento del estado de desarraigar a alguien sin causa justa. ¡Se ha hecho justicia!