✨ *Jesús instituyó el sacerdocio en la Última Cena* En la Última Cena, Jesús no solo nos dejó la Eucaristía como memorial de su Pasión y Resurrección, sino que también conferió a sus apóstoles la misión sacerdotal: “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19). Con estas palabras, les entrega no solo su Cuerpo, sino también el mandato de perpetuar ese gesto sacramental. Este es el núcleo del sacerdocio ministerial: celebrar la Eucaristía “en persona de Cristo” y pastorear a la comunidad como Él lo hizo. 🧥 El sacerdocio como servicio: lavatorio de los pies Ese mismo Jueves Santo, Jesús realiza un gesto profundamente revelador: “Si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.” (Jn 13,14-15). El sacerdocio que Cristo instituye no es poder, sino servicio. Es un ministerio de amor que se entrega hasta el extremo, como lo indica el Catecismo: “El Señor, habiendo amado a los suyos… instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y resurrección, y dio a sus apóstoles el mandato de perpetuar este misterio.” (CIC 1337) 🔁 En el sacerdocio levítico, su función era ofrecer sacrificios, enseñar la Ley y custodiar el culto. Sin embargo, ese sacerdocio era temporal y limitado: “Si el sacerdocio levítico hubiera sido perfecto… no habría necesidad de otro sacerdote según el orden de Melquisedec.” (Hb 7,11) Jesús inaugura un nuevo sacerdocio, eterno y perfecto, no heredado por linaje, sino conferido directamente por Dios: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.” (Sal 110,4; Hb 5,6) ✝️ Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote Cristo es el único verdadero sacerdote, y todos los sacerdotes de la Iglesia participan del único sacerdocio de Cristo: “Los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo… se configuran con Cristo Sacerdote para actuar en su nombre.” (CIC 1566) Este principio fue solemnemente reafirmado por el Concilio de Trento y luego por el Concilio Vaticano II (Presbyterorum Ordinis, 2). 📖 Sacerdotes al servicio del Pueblo de Dios A través del sacramento del Orden, los obispos y presbíteros reciben la misión de: 🔸Celebrar la Eucaristía, 🔸Perdonar los pecados, 🔸Anunciar la Palabra, 🔸Y pastorear al Pueblo de Dios. No son simples líderes espirituales, sino instrumentos visibles del amor de Cristo, presentes en medio de su Iglesia. En la Última Cena, Él entrega su Cuerpo, su Sangre y su Misión: celebrar, servir, perdonar, amar. Él es el Sumo y Eterno Sacerdote, y en cada sacerdote ordenado hoy sigue tocando, sanando y alimentando a su pueblo.