
Es Tiempo De Dios
May 18, 2025 at 03:22 PM
¿Cómo elige una madre águila al padre de sus aguiluchos?
No escoge a cualquiera. Ella lo pone a prueba.
Arranca una rama de un árbol, asciende alto en el cielo y comienza a girar.
Los águilas macho vuelan a su alrededor, intentando impresionarla.
De repente, ella suelta la rama.
Y empieza la prueba.
Uno de los machos se lanza en picada, atrapa la rama en el aire y la devuelve con cuidado, de pico a pico.
Ella la deja caer de nuevo.
Y otra vez.
Si él logra atraparla cada vez, sin fallar — solo entonces lo elige.
Porque un día, ese macho deberá atrapar algo mucho más importante: su aguilucho en caída.
Después del apareamiento, construyen un nido en un acantilado alto, con ramas duras y resistentes.
Luego, arrancan plumas de sus propios cuerpos para acolchar el interior del nido.
Allí, la madre águila pone sus huevos.
Cuando los polluelos nacen, los padres los cubren con sus alas, los alimentan, los protegen del sol y de la lluvia.
Los pequeños crecen fuertes. Les comienzan a salir plumas.
Aprenden a estirarse, a balancearse, a sentir el viento.
Y entonces… comienza la verdadera lección.
El padre empieza a destruir el nido.
Sacude las ramas con sus alas, arranca las plumas suaves — hasta que solo quedan las duras varas.
El acogedor hogar se vuelve incómodo.
Los aguiluchos no entienden.
¿Por qué sus padres, antes tan cariñosos, ahora se alejan? ¿Por qué ya no hay comida?
Entonces, la madre vuela a un lugar cercano, lleva un pez fresco y empieza a comerlo lentamente — justo fuera del alcance de sus crías.
Ellos chillan, pero nadie acude.
Es entonces cuando sucede:
Los aguiluchos empiezan a moverse, a arrastrarse, a salir del nido.
Uno cae torpemente.
Se precipita por el acantilado.
Pero antes de tocar el suelo, el padre —el mismo que atrapaba la rama— se lanza en picado y lo atrapa en su espalda.
Lo eleva de nuevo hasta el nido.
Y repiten el proceso.
Una y otra vez.
Hasta que un día, en medio de la caída, el aguilucho extiende sus alas, atrapa el viento… y vuela.
Entonces, los padres lo llevan a conocer los ríos de pesca.
Ya no le dan comida en el pico.
Le enseñan a sobrevivir por sí mismo.
Así crían las águilas a sus hijos.
Con ternura, sí — pero también con desafíos, coraje y sabiduría.
Porque la madre eligió un compañero que jamás dejaría que sus crías se estrellaran.
Porque los aguiluchos deben aprender a volar, no quedarse toda la vida en el nido.
Y tal vez… nosotros también podemos aprender algo del águila:
Sobre el amor, la enseñanza y el arte de ayudar a volar.
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