"Si tu hijo no respeta tus reglas, es porque no las hiciste cumplir…" A veces nos duele admitirlo, pero si un hijo no respeta nuestras reglas… es porque nosotros no supimos hacerlas respetar. No se trata de culpas, se trata de asumir responsabilidades. Los niños y jóvenes no nacen sabiendo, aprenden lo que ven, lo que viven… y sobre todo, lo que se les permite. Una regla que no se hace cumplir es solo una sugerencia. Y si esa sugerencia se rompe una y otra vez sin consecuencias, el mensaje que estamos dando es claro: "No es tan importante, puedes ignorarlo". Así se empieza a perder la autoridad, el respeto y hasta el rumbo. Yo sé que criar no es fácil. Nadie nos da un manual. Pero hay algo que sí depende de nosotros: ser firmes con amor. Porque amar no es decir que sí a todo, ni evitar los conflictos. Amar también es corregir, poner límites, enseñar con el ejemplo y sostener la palabra hasta el final, aunque duela. Muchos queremos hijos responsables, respetuosos, comprometidos… pero eso no se logra solo con palabras bonitas. Se forma con coherencia, con presencia y con decisiones difíciles. Así que si hoy estás batallando con la obediencia de tu hijo, no te castigues. Reflexiona, ajusta y empieza de nuevo. Nunca es tarde para corregir el rumbo. La firmeza con amor no lastima, al contrario, construye.