
🔥𝑬𝒏𝒄𝒊𝒆𝒏𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝒍𝒂𝒎𝒑𝒂𝒓𝒂🪔
June 18, 2025 at 11:40 PM
- *DÍA* 5️⃣/3️⃣1️⃣ - *Por:* Charles Sproul
- 🔥 *¿PUEDO CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS?* 🔥 CAPÍTULO: 1️⃣/4️⃣
- TEMA: *LA JUSTICIA BÍBLICA*
📖
La famosa declaración de Habacuc “el justo vivirá por su fe” *(Habacuc 2:4)* aparece 3 veces en el Nuevo Testamento. Esta se ha vuelto un lema del
protestantismo evangélico, cuyo énfasis ha estado en la doctrina de la
justificación solo por la fe. Este lema, que contiene un indicio de la esencia
de la vida cristiana, tiene como punto focal el concepto bíblico de justicia.
Uno de los comentarios más inquietantes de Jesús fue su declaración: “Si la
justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y los fariseos, ustedes
no entrarán en el reino de los cielos” *(Mateo 5:20).* Es fácil que asumamos
que Jesús se refería a que nuestra justicia debe ser superior a la que
caracteriza a hombres que eran hipócritas. La imagen que tenemos de los
escribas y fariseos del periodo del Nuevo Testamento es la de inescrupulosos
y despiadados practicantes del engaño religioso. Debemos tener presente, sin
embargo, que los fariseos como grupo eran hombres históricamente comprometidos con un nivel muy elevado de vida justa. No obstante, Jesús
nos dice que nuestra justicia debe exceder a la de ellos. ¿Qué quiso decir con
ello?
Cuando consideramos la noción bíblica de justicia, estamos tratando con un
asunto que toca prácticamente cada faceta de la teología. En primer lugar,
está la justicia de Dios, por la cual deben medirse todas las normas de lo
bueno y lo malo. El carácter de Dios es el fundamento y el modelo últimos de
la justicia. En el antiguo Testamento, la justicia se define en términos de
obediencia a los mandamientos entregados por Dios, quien es de suyo
completamente justo. Estos mandamientos incluyen no solo preceptos de
conducta humana respecto a nuestros pares humanos, sino también materias
de naturaleza litúrgica y ceremonial.
En el Israel del Antiguo Testamento y entre los fariseos del Nuevo Testamento, la justicia litúrgica sustituyó la justicia auténtica. Es decir, los
hombres se conformaron con obedecer los rituales de la comunidad religiosa
en lugar de cumplir las implicaciones más amplias de la ley. Por ejemplo,
Jesús reprendió a los fariseos por diezmar de la menta y el comino al tiempo
que omitían los asuntos más fundamentales de la ley: la justicia y la
misericordia. Jesús indicó que los fariseos hacían lo correcto al diezmar, pero estaban equivocados al asumir que los ejercicios litúrgicos habían
completado los requerimientos de la ley. La justicia litúrgica aquí se había
convertido en un sustituto de la verdadera y plena obediencia.
En el mundo evangélico, justicia en realidad es una palabra inusual.
Hablamos de moralidad, espiritualidad, y piedad. Sin embargo, rara vez
hablamos de justicia. Y no obstante, el objetivo de nuestra redención no es la
piedad o la espiritualidad sino la justicia. La espiritualidad en el sentido
neotestamentario es un medio para el fin de la justicia. Ser espiritual significa
que estamos ejercitando las gracias espirituales que Dios nos ha dado para
moldearnos a la imagen de su Hijo. Las disciplinas de la oración, estudio de
la Biblia, comunión en la iglesia, testimonio, y similares no son fines en sí
mismos, sino que tienen como propósito asistirnos para vivir justamente.
Nuestro crecimiento se estanca si asumimos que el fin de la vida cristiana es
la espiritualidad.
Los asuntos espirituales no son sino el comienzo de nuestro caminar con
Dios. Debemos tener cuidado con el sutil peligro de pensar que la
espiritualidad completa los requerimientos de Cristo. Caer en semejante
trampa —la trampa de los fariseos— es sustituir la auténtica justicia por
prácticas litúrgicas o rituales. Desde luego, debemos orar y estudiar la Biblia,
y dar testimonio en el evangelismo. Sin embargo, nunca, en ningún momento
de nuestra vida, debemos descansar de nuestra búsqueda de la justicia.
En la justificación nos volvemos justos a los ojos de Dios por medio del
manto de la justicia de Cristo. Sin embargo, en cuanto somos justificados,
nuestra vida debe dar evidencia de la justicia personal que brota de nuestra
justificación. Me parece interesante que todo el concepto bíblico de justicia
esté contenido en una palabra griega, dikaios. Se usa la misma palabra griega
para referirse, en el primer caso, a la justicia de Dios; en el segundo caso, a lo
que llamamos justificación; y en el tercer caso, a la justicia o rectitud de vida.
Así, de principio a fin —desde la naturaleza de Dios al destino del hombre—,
nuestro deber humano es siempre el mismo: un llamado a la justicia.
La verdadera justicia jamás debe confundirse con la auto-justicia. Puesto
que nuestra justicia procede de nuestra justificación, la cual se basa en la
justicia de Cristo solamente, nunca debemos engañarnos pensando que
nuestras obras de justicia tienen algún mérito propio. Con todo, como
protestantes que sostenemos celosamente nuestra doctrina de la justificación
solo por la fe, siempre debemos tener presente que la justificación que es por la sola fe nunca es por una fe sola. La verdadera fe se manifiesta en una
justicia que excede a la de los fariseos y escribas, porque se preocupa de los
asuntos fundamentales de la ley: la justicia y la misericordia.
Estamos llamados a dar testimonio de la justicia de Dios en cada área de la
vida —desde nuestros cuartos de oración a nuestros tribunales, desde
nuestros bancos en la iglesia hasta nuestros mercados. La máxima prioridad
de Jesús es que busquemos primero el reino de Dios y su justicia. Todo lo
demás será añadido a ello.
𝐠𝐫𝐚𝐜𝐢𝐚𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐫 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐪𝐮𝐢, 𝐦𝐚ñ𝐚𝐧𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐧𝐮𝐚𝐦𝐨𝐬!🔥🪔
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