La leyenda negra ha querido pintar los mares como dominio de piratas que asaltaban sin piedad los galeones españoles, pero la realidad histórica es otra muy distinta: la piratería apenas rozó el titánico comercio entre España y América. Ni siquiera el 1% de los miles de convoyes que cruzaron el Atlántico sufrió ataques. Bajo el amparo del sistema de flotas y galeones, la Monarquía Hispánica forjó un corredor naval casi inexpugnable, con escuadras armadas, inteligencia naval y una logística adelantada a su tiempo. Aquella maquinaria colosal de protección no solo garantizó la llegada del oro y la plata, sino que cimentó la prosperidad del Imperio durante siglos. Su eficacia fue tal que el modelo fue rescatado incluso en el siglo XX. Fue España, y no los corsarios, quien dominó el mar con ley y acero. Frente al mito, la verdad resplandece con fuerza: el Imperio supo proteger su legado.