Era el año 79 d.C. cuando el Vesubio despertó con furia, arrasando Pompeya, Herculano y Estabia bajo una lluvia de ceniza ardiente. Miles de vidas quedaron atrapadas en el tiempo, sus cuerpos y hogares sellados por la lava. Durante siglos, su recuerdo se perdió en las brumas del olvido… hasta que un español, el ingeniero militar zaragozano Roque Joaquín de Alcubierre, redescubrió ese mundo sepultado. Fue él, en pleno siglo XVIII, quien emprendió las excavaciones que sacaron a la luz los restos de Herculano en 1738, y poco después los de Pompeya y Estabia. Su trabajo fue pionero en el campo de la arqueología moderna, aunque su nombre no siempre recibió el reconocimiento merecido. Gracias a su labor incansable, hoy podemos asomarnos al alma cotidiana de Roma como si el tiempo no hubiera pasado.