Un 18 de junio de 1649 fallecía en Sevilla Juan Martínez Montañés, conocido con justicia como el “dios de la madera”. Su extraordinaria habilidad para dar vida al más humilde de los materiales lo consagró como el mayor representante de la escuela sevillana de imaginería barroca. Con el cincel en la mano y una fe profunda en el corazón, logró dotar a sus esculturas de una fuerza espiritual y una humanidad conmovedoras. Su estilo, sobrio y elegante, influyó poderosamente en generaciones de artistas. Además de sus famosísimas imágenes religiosas —como el Cristo de la Clemencia o el Niño Jesús del Sagrario—, también participó en obras civiles, siendo responsable del modelo en barro de la estatua ecuestre de Felipe IV en Madrid, una colaboración con Velázquez y el escultor italiano Pietro Tacca. Montañés no solo esculpió santos, también dejó huella en la historia del arte y en el alma de España.