Cada vez que veo a un papá genuinamente amoroso con sus hijos, sonrío. Y es que un papá presente es la cereza del pastel en una familia. El que llega y hace reír a carcajadas a sus hijos con frases que no se de donde se inventan. El que da esos abrazos apretujados que huelen a loción. El que juega con ellos, (por Dios que los hijos los ven como amigos). El que protege, resuelve y da soporte. El que es mediador cuando mamá e hija están en pleno drama. El que hace comida deliciosa El que nos enseña cómo es que una figura masculina debe de ser. Las experiencias con papá nos impactan tanto en la vida adulta. No minimizo el poder de mamá, ese ya lo conocemos bastante bien, pero que un niño tenga a los dos disfrutando de su rol, es oro. -Créditos al Autor-