Hoy recibí una noticia que me dolió profundamente y alarmó el 🤍. Una persona muy amada enfrenta un diagnóstico que sacude y preocupa… de esos que te recuerdan cuán frágil es todo, y cómo en cuestión de segundos la vida cambia. Y justo en medio de esa carga, me apareció un recuerdo en Facebook. Una frase del pastor y psiquiatra Palermo que decía: “La oración tiene un impacto enorme en la salud mental, porque nos permite canalizar y depositar toda angustia sobre Dios.” No es casualidad. La misma ciencia no puede ignorar el impacto real y positivo de la oración. Y mucho menos puede negar lo que ocurre cuando se une a la lectura viva de la Palabra de Dios. Por si lo habías olvidado: Orar aún tiene poder. Y no porque nosotros seamos poderosos, sino porque Aquel que escucha nuestra oración lo es. Orar no es un último recurso, es la primera línea de defensa. Es fe. Es descanso. Es rendición. Es decir: “Dios, no puedo con esto, pero Tú sí.” No subestimes el poder de hablar con tu Padre. No esperes al mal día, al diagnóstico, al “ya no hay nada que hacer”… Haz de la oración tu hábito, no tu emergencia. Haz de la presencia de Dios tu refugio diario, no tu sala de espera. Hoy oro. Oro por ella, por ti, por todos. Por milagros. Por consuelo. Por dirección. Y te invito a hacer lo mismo: no te duermas sin orar. Oremos sin cesar. Porque cuando todo dice “no”, Dios sigue diciendo “yo estoy aquí.” ♡