Ha muerto el general Rafael Samudio Molina. El hombre que dio la orden de quemar vivos a magistrados, guerrilleros y empleados de la cafetería en la infame retoma del Palacio de Justicia. El mismo que con su acción directa, facilitó —por decir lo menos— el exterminio sistemático de más de 4.000 miembros de la Unión Patriótica, cuyo único “delito” fue pensar distinto y hacer política en un país donde disentir costaba la vida. Paz en su tumba, como corresponde a los muertos. Pero no permitamos que la historia lo absuelva, ni que los medios lo conviertan en lo que no fue. Hoy, como tantas veces, la prensa que se arrodilla frente al poder lo presenta como “un hombre que hizo algo por el bien del país”. Así lo dijeron, sin pudor, en Blu Radio. ¿Acaso quemar la Corte Suprema y encubrir un genocidio político ahora cuentan como servicio a la nación? El cinismo tiene límites. Y la memoria no puede ser pisoteada por los mismos micrófonos que siempre han limpiado la sangre del Estado con eufemismos. Llamar “bien del país” a dos de los episodios más oscuros y vergonzosos de nuestra historia es una ofensa a las víctimas, a la justicia, y a la verdad. Samudio no fue un héroe. Fue un militar al mando y complice durante uno de los momentos más sangrientos de nuestra historia reciente. Y mientras los jueces ardían entre llamas, él protegía su orden de hierro no contestando el teléfono al presidente de la república que en lugar de destituirlo se puso a leer poesía en el consejo de ministros. Mientras a los líderes de la UP los cazaban uno por uno, él, Zamudio Molina, miraba hacia otro lado. O peor: daba vía libre. Que no nos imponga la memoria BluRadio porque Ni en la muerte se borra la responsabilidad histórica. No estamos obligados a callar frente al encubrimiento. Y menos cuando lo que está en juego es el relato de país que debemos dejar. Que la prensa corrupta lo llore si quiere. Pero que el pueblo no olvide lo que le hicieron. Soy Urías Velázquez y muchas gracias por distribuir esta información, que todos nos enteremos es el primer paso para construir una nación diferente en la que quepamos todos.