*HORRORES DE LA HISTORIA* Los cuerpos olvidados del experimento en Guatemala En 1946, mientras el mundo celebraba el fin de la Segunda Guerra Mundial, en Guatemala se abría otro capítulo oscuro de la historia médica. Huérfanos, prisioneros, pacientes psiquiátricos y trabajadoras sexuales fueron utilizados sin consentimiento para un experimento brutal. Más de 1.500 personas fueron infectadas deliberadamente con sífilis, gonorrea y chancroide. El objetivo: probar la efectividad de la penicilina, un antibiótico entonces revolucionario. Lo hizo un equipo de científicos estadounidenses, con el respaldo de instituciones oficiales. Marta Orellana, una niña en un orfanato, escuchó su nombre por el altavoz: «Orellana a la enfermería». Corrió, sin imaginar lo que le esperaba. Varios médicos la esperaban de pie, jeringas en mano. Le ordenaron acostarse y abrir las piernas. Se negó. Uno de ellos la abofeteó. Marta lloró. No tuvo opción. Nunca le explicaron qué le habían hecho. Solo que “era por su bien”. Décadas después, supo que había sido parte de un experimento. Que no estaba sola. Que otros como ella vivieron con secuelas físicas y emocionales para siempre. El 13 % de los infectados jamás recibió tratamiento. Muchos murieron. Y es probable que cientos de sus descendientes hayan heredado enfermedades sin saber por qué. Esto no fue un accidente. Fue una violación al cuerpo y a la dignidad humana. Un crimen científico silenciado durante décadas. No basta con pedir perdón. Hay heridas que la ciencia no debería haber causado jamás.