John D. Rockefeller, nacido en 1839, fue una vez el individuo más rico del mundo y el primer multimillonario. A los 25 años, ya controlaba una de las refinerías de petróleo más grandes de Estados Unidos, y a los 31, se convirtió en el refinador de petróleo más grande a nivel mundial. Para cuando cumplió 38 años, dominaba un asombroso 90% del mercado de petróleo refinado en su país. A los 50 años, se consolidó como el hombre más rico del país, gracias a su imperio petrolero, Standard Oil. Pero a pesar de su éxito financiero, la vida de Rockefeller no estaba exenta de lucha interna. A los 53 años, su salud comenzó a deteriorarse de manera alarmante. Sufría un dolor extremo, perdió todo su cabello y apenas podía comer. Sus médicos predijeron que no viviría mucho tiempo más. Esta condición lo obligó a enfrentarse con su propia mortalidad. Fue en este momento crítico cuando tuvo una epifanía que cambiaría su vida. Se dio cuenta de que, aunque su fortuna era vastísima, no podía llevarla consigo al morir. Reflexionó sobre el verdadero propósito de su vida y concluyó que el dinero y el poder solo eran valiosos si se utilizaban para algo más grande que él mismo. Fue entonces cuando decidió dedicar su riqueza a causas filantrópicas. Rockefeller comenzó a donar grandes sumas de dinero a hospitales, instituciones educativas y organizaciones de investigación. Fundó la Fundación Rockefeller, que desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de descubrimientos médicos cruciales, como la penicilina, y en la lucha contra enfermedades como la malaria, tuberculosis y difteria. A medida que empezó a dar, algo notable sucedió: su salud comenzó a mejorar. La expectativa de vida de Rockefeller había sido reducida drásticamente, pero él vivió hasta los 98 años. A lo largo de sus últimos años, Rockefeller experimentó un cambio profundo en su perspectiva sobre la vida. A través de la gratitud y la filantropía, encontró un propósito más allá de la acumulación de riqueza. En sus últimos días, Rockefeller reflexionó sobre su vida en su diario, escribiendo: "Dios me enseñó que todo le pertenece a Él, y yo soy simplemente un canal para cumplir sus deseos. Mi vida ha sido un viaje largo y feliz, lleno de trabajo y juego. Dejé ir la preocupación, y Dios fue bueno conmigo todos los días".