Algunos (no muchos) ya empezaron a entender. Israel, por una cuestión existencial, se ve obligado a hacer lo que muchos no se animan: enfrentar directamente al régimen iraní y sus brazos terroristas en la región. Lo que pocos comprenden, o no se animan a decir en voz alta, es que esta “guerra de supervivencia” de Israel no solo protege a los israelíes, sino que en el largo plazo beneficia a toda la región… e incluso al mundo occidental. El régimen de los ayatolas en Irán tiene como objetivo declarado eliminar a Israel de la faz de la tierra. Pero ese es solo el comienzo. También buscan expandir su visión de una dictadura islámica extremista sobre el resto del mundo libre. Un mundo sin libertad de expresión, sin libertad de culto, sin derechos para las mujeres, sin derechos para los homosexuales, sin democracia. Eso es lo que ya impusieron en su propio país. Pero algo está cambiando. Hoy, gracias a la resistencia israelí, el pueblo iraní —oprimido por décadas— empieza a vislumbrar una pequeña esperanza de libertad. Israel no lucha solo por sí mismo. Lucha también por los millones de iraníes que desean derribar ese régimen opresor. Es, en cierto modo, una win-win situation: Israel elimina una amenaza existencial, y los pueblos que viven bajo la opresión teocrática tal vez puedan aspirar a un futuro diferente. Pero esto no termina ahí. Europa, por ejemplo, ya sufre en silencio las consecuencias de una inmigración descontrolada desde países islámicos, muchas veces sin procesos reales de integración. Las democracias occidentales están perdiendo lentamente el control en nombre del “progresismo mal entendido”. Y mientras los líderes del mundo libre cierran los ojos para no incomodar a nadie, Israel actúa. No porque le guste, sino porque no tiene opción. Israel no está buscando salvar al mundo. Está tratando de salvarse a sí mismo. Pero en el camino, quizás —sin querer— termine salvando a muchos otros. Como dije: algunos, no muchos, ya empezaron a entender. Con el tiempo, serán más. Y algún día, tal vez, todos dirán gracias. De Daniel Kurgamoff