Mitología Con Enigmítica
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En el folclore japonés, los rokurokubi son personas que, de día, parecen humanos normales, pero por la noche su cuello puede estirarse de forma sobrenatural, permitiéndoles espiar desde lugares ocultos. Aunque no son malvados por definición, su capacidad de alargar el cuello se asocia a menudo con espíritus inquietos o maldiciones que les impiden descansar en paz.
En la mitología china, Xiwangmu (la Reina Madre del Oeste) cultivaba en su jardín jardines especiales melocotones de la inmortalidad que maduraban solo cada tres mil años. Quien comiera uno de esos frutos ganaba la vida eterna, por lo que se decía que los dioses organizaban banquetes en su palacio para degustarlos y renovar su inmortalidad.
En la mitología griega, las Heliades eran las hermanas de Phaethon. Tras la muerte de su hermano en el carro solar, tanto lloraron su pérdida que los dioses las convirtieron en álamos, y sus lágrimas se transformaron en ámbar, explicando así el origen de esta resina fósil.
En la mitología griega, se cuenta que la Vía Láctea nació de la leche derramada de Hera. Al alimentar con su propio pecho a Hércules—quien había sido colocado allí por Zeus para otorgarle parte de la divinidad—ella, al despertar y descubrir al niño, lo apartó bruscamente, salpicando su leche por el firmamento y creando ese característico río blanco de estrellas.
En la mitología celta de Escocia, el kelpie es un espíritu del agua que adopta la forma de un hermoso caballo negro junto a los lagos y ríos. Lo curioso es que, aunque parece inofensivo y seduce a los viajeros para que lo monten, su lomo es mortalmente pegajoso: quien se sube al kelpie queda atrapado y, al galopar, es arrastrado al agua para ahogarse, convertiéndose él mismo en parte del espíritu acuático.
En la mitología irlandesa, el Dullahan es un jinete sin cabeza que cabalga un caballo negro. Suele portar su propia cabeza bajo el brazo y su aparición presagia la muerte inminente de alguien cercano. Se dice que utiliza un látigo hecho del espinazo de un humano para azotar a sus monturas y que aquellos que vean sus ojos —desmesurados y brillantes— quedan marcados por el destino fatal . Su presencia puede manifestarse a pie o como cochero de un coche fúnebre siniestramente silencioso, el Cóiste Bodhar, tirado por seis caballos negros que recorren las carreteras sin hacer ruido alguno, derribando puertas y ventanas al pasar para reclamar su próxima víctima.
En la mitología griega, los hipocampos son criaturas con cuerpo de caballo y cola de pez que tiran del carro de Poseidón bajo el mar, simbolizando la unión entre lo ecuestre y lo acuático.
En la mitología china, Gong Gong es el dios del agua cuya cólera desató un desastre cósmico: tras perder una contienda contra el dios del fuego Zhù Róng, Gong Gong embistió con su cabeza de cobre el Monte Buzhou, uno de los pilares que sostenían el cielo. El impacto rompió ese soporte, provocando que el firmamento se inclinara hacia el noroeste y la tierra se fracturara, dando lugar a inundaciones y terremotos . Para restaurar el orden, la diosa Nüwa fundió piedras de cinco colores y erigió nuevas columnas, reparando el cielo y solucionando la inclinación provocada por Gong Gong.
En la mitología azteca, Xólotl, gemelo de Quetzalcóatl y dios de los relámpagos y la muerte, debía sacrificarse para convertirse en el Sol. Para evitarlo, Xólotl se transformó en varias criaturas —incluyendo un ajolote—, por lo que el Sol resultó torcido y vacilante en su recorrido, explicando la forma irregular de las trayectorias del disco solar y el origen del axolote como símbolo de renovación.
En la mitología china, Hou Yi fue un arquero legendario encargado de enfrentarse a diez soles que, hijuelos del Emperador de Jade, se turnaban para iluminar el cielo. Harta de tanto calor extremo, la humanidad sufría sequías y plagas. Hou Yi trepó al montículo Kunlun y disparó flechas contra nueve de los soles, dejándolos caer al océano, para que sólo uno quedase en el cielo y el mundo recuperase el equilibrio.
