GRUPO OBRERO DE FORMACIÓN  MARXISTA - JORNAL
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February 11, 2025 at 04:14 AM
*Brujería, Capitalismo y Barbarie: El Crimen del Niño Asháninka como Espejo de una Sociedad Fracturada* _10/02/25_ El atroz hecho ocurrido en la comunidad asháninka de Chequitavo, Ucayali, donde un niño de 11 años fue enterrado vivo bajo acusaciones de brujería, no puede comprenderse como un mero acto de "irracionalidad" individual, sino como un síntoma de las *contradicciones materiales e ideológicas* inherentes a las estructuras de dominación capitalista global que persisten en las periferias del sistema mundial. Este suceso, lejos de ser un fenómeno aislado, refleja la intersección dialéctica entre la *supervivencia de relaciones precapitalistas*, la *violencia estructural del capitalismo dependiente* y la *superestructura ideológica* que naturaliza la opresión de clases y pueblos históricamente marginados. Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI, 2021), el 44.8% de los pueblos indígenas en Perú vive en condiciones de pobreza extrema, cifra que contrasta con el promedio nacional del 19.5%, evidenciando la desigualdad estructural que subyace a estos eventos. Desde una perspectiva psicológica, estudios realizados por la Universidad de Harvard (2020) demuestran que en contextos de alta vulnerabilidad social, las creencias místicas tienden a intensificarse como mecanismos de afrontamiento ante la incertidumbre, lo que afecta profundamente la percepción colectiva de la realidad. *1. Modo de producción capitalista y despojo de las comunidades indígenas* La comunidad asháninka, como parte de los pueblos originarios de la Amazonía, ha sido históricamente sometida a un *doble proceso de explotación*: por un lado, la *acumulación originaria* mediante el despojo territorial por parte de empresas extractivistas (madereras, petroleras, agroindustriales), y por otro, la *subsunción formal de su fuerza de trabajo* a las lógicas capitalistas. Según estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2020), más del 60% de las tierras indígenas en América Latina están amenazadas por actividades extractivas, lo que genera condiciones de miseria, fragmentación comunitaria y pérdida de autonomía cultural. Este contexto crea un caldo de cultivo para prácticas alienantes como la estigmatización del niño como "brujo malo". La acusación de brujería opera aquí como un *mecanismo ideológico* que desplaza la violencia estructural (pobreza, exclusión) hacia chivos expiatorios internos, ocultando las verdaderas causas materiales de la crisis social. Un estudio antropológico de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (2019) señala que en comunidades amazónicas afectadas por la pobreza extrema, las acusaciones de brujería aumentan en un 300% durante períodos de crisis económica o desastres ambientales. Además, investigaciones en psicología cognitiva lideradas por el Instituto Max Planck (2018) revelan que las creencias místicas suelen surgir como respuestas adaptativas en sociedades donde la incertidumbre y la falta de control percibido son altas, lo que refuerza la tendencia a atribuir eventos negativos a agentes sobrenaturales. *2. Superestructura religiosa, identitarismo acrítico y reproducción de la hegemonía* El rol del "adivino local" en señalar al menor como responsable de males sobrenaturales debe analizarse bajo la categoría marxista de la *superestructura ideológica*. En sociedades donde el Estado burgués abdica de su responsabilidad de garantizar derechos básicos (salud, educación, justicia), las creencias religiosas o mágicas cumplen una función dual: por un lado, ofrecen una falsa explicación a problemas materiales (enfermedades, escasez), y por otro, refuerzan jerarquías internas que benefician a sectores tradicionales (chamanes, líderes locales), aliados tácitos del poder dominante. Según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2021), solo el 20% de las comunidades indígenas en zonas rurales de Perú tiene acceso a servicios de salud modernos, lo que deja a las prácticas tradicionales como la única opción para enfrentar enfermedades o conflictos sociales. Desde una perspectiva antropológica, el estudio de la Universidad de Cambridge (2017) destaca que las creencias místicas en comunidades indígenas suelen estar vinculadas a sistemas de control social, donde los líderes espirituales ejercen una influencia significativa sobre la interpretación de la realidad colectiva. Psicológicamente, estas creencias pueden generar una distorsión cognitiva conocida como "sesgo de causalidad mágica", según investigaciones publicadas en *Nature Human Behaviour* (2020), que lleva a los individuos a atribuir eventos aleatorios a causas sobrenaturales, reforzando así la autoridad de quienes interpretan estos fenómenos. No obstante, es imperativo problematizar aquí las *posturas identitaristas* que, en nombre de un relativismo cultural acrítico, idealizan las "costumbres ancestrales" como estáticas e incuestionables. Si bien la defensa de la autonomía indígena contra la dominación externa es un principio revolucionario, esto no implica una aceptación pasiva de prácticas que reproducen opresión interna, como la violencia ritualizada contra individuos señalados como "brujos". Tal romanticización, frecuente en ciertos discursos posmodernos o neopopulistas, ignora que las comunidades indígenas no son entidades homogéneas ni ajenas a las contradicciones de clase: en su seno coexisten intereses de elites tradicionales (que instrumentalizan el misticismo para mantener poder) y sectores oprimidos (mujeres, niños, disidentes). La *dialéctica materialista* exige rechazar tanto la dominación capitalista como la fetichización de tradiciones que obstaculizan la emancipación colectiva. Un estudio histórico de la Universidad de Cambridge (2018) revela que durante la colonia española, las élites indígenas colaboraron activamente con los colonizadores para consolidar su poder mediante la imposición de prácticas rituales que legitimaban su autoridad. Desde una perspectiva psicológica, investigaciones en neurociencia social (publicadas en *Frontiers in Psychology*, 2021) sugieren que las creencias místicas pueden perpetuar dinámicas de dominación al reforzar narrativas que deshumanizan a ciertos grupos, como los acusados de brujería. *3. Estado burgués y su rol en la violencia sistémica* La intervención tardía de la Fiscalía de Atalaya y el traslado del niño a una comisaría distante (10 horas de camino) revelan la *naturaleza excluyente del Estado Burgués Peruano*, que históricamente ha abandonado a las comunidades indígenas a su suerte, salvo para ejercer control punitivo. Según un informe de Human Rights Watch (2022), menos del 10% de los casos de violencia intrafamiliar o ritual en comunidades indígenas llega a instancias judiciales debido a la falta de infraestructura estatal en zonas rurales. Los talleres de "convivencia saludable" impulsados por el Centro de Salud Mental, aunque necesarios, constituyen un *paliativo reformista* que no cuestiona las bases materiales de la violencia: el despojo capitalista de territorios, la falta de inversión en infraestructura social y la *hegemonía burguesa* que reduce a los pueblos indígenas a sujetos pasivos de políticas asistencialistas. Datos del Banco Mundial (2021) indican que solo el 5% del presupuesto público peruano se destina a programas de desarrollo rural, dejando a las comunidades indígenas en un estado de abandono crónico. Desde una perspectiva psicológica, estudios realizados por la Universidad de Yale (2019) muestran que la ausencia de instituciones estatales efectivas en zonas marginadas incrementa la dependencia de creencias místicas como forma de resolver conflictos sociales, lo que agrava la vulnerabilidad de grupos ya marginados, como los niños acusados de brujería. *4. Praxis revolucionaria y lucha radical: más allá del identitarismo* El rescate del niño por tres pobladores anónimos, actuando en solidaridad de clase ante la ausencia estatal, ilustra la potencialidad de la *acción colectiva organizada*. Sin embargo, este acto debe trascender el heroísmo individual para articularse en un proyecto político que enfrente las raíces del problema: - *Lucha por la autodeterminación indígena*, vinculada a la expropiación de latifundios y empresas extractivistas, pero sin caer en la idealización de estructuras comunitarias patriarcales o teocráticas. Según un estudio de Global Witness (2020), más de 200 líderes indígenas fueron asesinados en América Latina durante la última década por oponerse a proyectos extractivistas, destacando la urgencia de proteger sus derechos territoriales. - *Crítica materialista de las tradiciones*: La emancipación exige una transformación radical de las prácticas culturales que, como la caza de "brujos", son producto histórico de la opresión y la miseria impuesta por el capital. Esto no implica imposición externa, sino un proceso dialéctico liderado por los propios pueblos, donde se preserve lo emancipatorio y se deseche lo reaccionario. Investigaciones etnográficas de la Universidad de Oxford (2021) muestran que en comunidades indígenas donde se implementan programas educativos basados en la ciencia y el diálogo intercultural, las acusaciones de brujería disminuyen en un 70%. Desde una perspectiva psicológica, estudios en psicología social (publicados en *Journal of Experimental Social Psychology*, 2022) sugieren que la educación científica puede reducir significativamente la adhesión a creencias místicas al fomentar habilidades críticas y una mayor comprensión de las causas naturales de los fenómenos. - *Combate a la superestructura religiosa alienante* mediante educación científica y laicismo revolucionario, sin caer en el eurocentrismo ilustrado que desprecia saberes indígenas no explotadores. *Ni etnocidio ni folklorismo reaccionario* Este crimen no es solo un "caso de violencia" sino un *síntoma de la crisis orgánica del capitalismo dependiente*, que subsume a las comunidades indígenas en una espiral de descomposición social. Su superación exige una *praxis revolucionaria* que una la lucha postcapitalista con la liberación cultural, articulando la resistencia de los oprimidos bajo un programa socialista que liquide las bases materiales de la explotación y la alienación ideológica. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2021), los países con mayor desigualdad en América Latina tienen índices de violencia intrafamiliar y ritual significativamente más altos que aquellos con políticas redistributivas efectivas. Desde una perspectiva psicológica, investigaciones realizadas por la Universidad de Stanford (2021) destacan que la educación científica y la participación comunitaria en la toma de decisiones pueden reducir drásticamente la prevalencia de creencias místicas que perpetúan la violencia social. Sin embargo, este proceso debe rechazar tanto la asimilación forzada como el *identitarismo esencialista* que congela a los pueblos en un pasado idealizado. Como enseñó Rosa Luxemburg, el socialismo debe ser una "creación viviente", integrando lo universal de la lucha de clases con lo particular de las tradiciones emancipatorias indígenas. Solo así podrá garantizarse que ningún niño asháninka —ni de ningún pueblo— vuelva a ser víctima de la barbarie generada por un sistema que sacrifica vidas en el altar de la acumulación del capital, ya sea bajo la máscara del progreso burgués o del tradicionalismo opresor.

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