Cartas a un amor que nunca existió. He aquí mis cartas a un amor que nunca existió, Que en persona estuvo presente y en mi corazón no, Que me ilusionó, me hizo demente, con una gran obsesión, Que en mi mente prometió ser algo que luego no resultó. Popularmente, dicen que el lobo se viste de oveja. Esto no cuenta si tu lobo era lobo y el disfraz no existía. ¿Es mi culpa por ilusionarme dejando de lado las quejas? Me advirtieron desde el principio que no eras lo que creía. Ay, amor mío, me has traicionado el alma. Ahora está ardiendo en el fuego y no de amor. Cielo, la has pisado, destrozado con palabras. Juraste que no las dirías, ¡qué tonta la que en ti confió! Confiar es dar un arma cargada suponiendo que no te dispararán. Sufrí de ignorancia arraigada por pensar solo en tu amar. No vi que, aparte de ese arma, tú tenías muchos más; Tus garantías, tus promesas, todo lo que dejé atrás. He aquí mis cartas a un amor que nunca existió, Que en persona estuvo presente y en mi corazón no, Que me ilusionó, me hizo demente, con una gran obsesión, Que en mi mente prometió ser algo que luego no resultó. Comportamientos idiotas tuviste, pero me quedé. Supuse que quizá sufriste y que yo te cambié. ¡Qué ironía! ¡Qué locura! ¿Cómo sería aquello verdad? Ya conozco tus mentiras, quizá no me engañarás. Y digo “quizá” porque, si volvieras, te amaría, Te entregaría aquellas cartas marchitas, Las que escribí para un amor marchitado, Igual que las rosas de vidrio que he quebrado. Las rosas que pensé me habías traído tú. Hoy comprendo mi arrogancia teñida de azul. ¿Los colores significan algo? ¿Qué significa aquel? Creo que significaba tristeza, causada por alguien cruel. He aquí mis cartas a un amor que nunca existió, Que en persona estuvo presente y en mi corazón no, Que me ilusionó, me hizo demente, con una gran obsesión, Que en mi mente prometió ser algo que luego no resultó. Supongo que no estaba enamorada de ti, Sino que las ideas que formé con el tiempo. Eras un ser idealizado por mi miedo carmín, ¿Qué significaba ese color? Ni idea, algún sentimiento. Y sí, tengo resentimiento. Pero no por ti, sino por tu fantasma, Aquel que se aparece en las noches, burlándose de mi cordura. Apago las luces, me tapo los oídos, pero no lo puedo callar. Está dentro de mi mente, dice que me tengo que matar. Dime, lirio del alma, campanula del amor, ¿Qué mal he hecho para que sufra así yo? No he clavado amores, solo me ilusioné. ¿Esa es razón suficiente para dañar lo que seré? He aquí mis cartas a un amor que nunca existió, Que en persona estuvo presente y en mi corazón no, Que me ilusionó, me hizo demente, con una gran obsesión, Que en mi mente prometió ser algo que luego no resultó. Es tarde, la tierra está abultada por una muerta más, La mar face en calma, el césped me quiere aplastar. Que me aplaste y me tape los oídos, ya no quiero escuchar. ¿Por qué ese amor perdido me quiere martirizar? Le conté a un Cristo de plata mis sentimientos, ¿Cuáles serían aquellos que el santo Cristo lloró? Si él llora, ¿por qué solo ayuda a olvidar con el tiempo? El que se atevió a decir que el tiempo cura, se nota que no tuvo reloj. Ahora, en el silencio, ya no guardo rencor, He dejado que el viento se lleve mi dolor. Las cartas que escribí se disuelven en el aire, Ya no tienen destinatario, ya no son para nadie.