El presbiprotestante
El presbiprotestante
February 15, 2025 at 06:27 AM
¿Por qué abandoné el dispensacionalismo? Nací en una familia cristiana que pertenecía a una iglesia pentecostal (hermanos que amo), desde pequeño, me enseñaron que Israel étnico, o sea, los judíos, eran el pueblo de Dios. En esa iglesia pentecostal donde crecí, el dispensacionalismo era una doctrina central, quienes no creían en el rapto, no eran considerados verdaderos cristianos. Cada sermón, cada enseñanza, cada conversación sobre la Biblia me insistía que Israel étnico era un pueblo escogido de manera única por Dios, por su linaje y su "obediencia" a la ley. Se nos decía que, en el futuro, los judíos tendrían una posición especial, especialmente en lo que respecta a las promesas futuras de un reino terrenal, donde todo su sistema ceremonial sería restaurado. Claro, me sentía agradecido por ser parte de la iglesia, pero al mismo tiempo, de alguna manera, todo lo que se me ensañaba, me hacia sentir inferior, como si los judíos tuvieran una posición sobre los gentiles en el plan eterno de Dios; aunque ellos negaran a Cristo, por alguna razón, ellos eran amados por Dios "más" que la iglesia. Lo que más me inquietaba era la distinción tan marcada entre los "judíos de sangre" y la iglesia. Era como si, por un lado, la iglesia estuviera esperando ser arrebatada en un futuro (porque estorbaba la relación "especial" entre Dios e Israel) y, por otro lado, los judíos, a pesar de rechazar a Cristo, aún estuvieran reservados para un propósito glorioso por su herencia genética. Esta diferencia parecía lógica dentro del marco dispensacionalismo que se me había enseñado. Nunca cuestioné nada, porque realmente lo creía y por miedo de "maldecir" o hablar "mal" del "pueblo" de Dios, ya que si lo llegara a hacer, sellaría mi propia sentencia: "maldeciré a los que te maldijeren". Mi encuentro con el calvinismo fue un cambio radical. Empecé a ver a Dios como el soberano absoluto de todas las cosas, quien obra todo según su voluntad perfecta. La doctrina de la gracia irresistible, de la elección incondicional, me hizo entender que no éramos parte de la iglesia por algo en nosotros, ni mucho menos como una segunda opción, (si los judíos no quisieron, bueno, a alguien se le debe ofrecer la salvación), sino solo por la soberana elección de Dios, al igual que el pueblo que tanto presumía de ello. Aún así, cuando busqué una iglesia que enseñara el calvinismo, me cercioré que también abrazara la idea del rapto secreto, sin embargo, poco tiempo después, ya estando en esa iglesia, me topé con algo completamente diferente, (al estudiar las confesiones de Fe, tanto bautista y posteriormente la de Westminster): la Teología del Pacto. Al principio, me costó aceptar esta nueva perspectiva. La idea de que el dispensacionalismo era equivocado parecía ajena a todo lo que había aprendido hasta ese momento. Pero a medida que investigaba más y estudiaba las Escrituras en su contexto comencé a darme cuenta de que la visión dispensacionalista era insostenible, tanto bíblica como confesionalmente. La separación radical entre Israel étnico y la iglesia (como dos pueblos de Dios) no tenía base en las Escrituras, y mucho menos en la historia de la iglesia primitiva. Uno de los primeros puntos que me impactó fue entender que el pueblo de Dios es uno. No hay una distinción entre los "judíos elegidos" y la iglesia, como enseñaba el dispensacionalismo. Desde el Antiguo Testamento, Dios ha tenido un solo pueblo, un pueblo que se define no por la etnia o el linaje, sino por la fe en el Cristo. La Confesión de Fe de Westminster enseña con claridad lo que las Escrituras nos dicen: que el pacto de gracia se extiende a la iglesia de todos los tiempos, y por iglesia, se refiere a los elegidos del antigüo y nuevo testamento . En su Capítulo VII, Sección 3, dice: "el pacto de gracia, en el cual Dios, por medio de Jesucristo, ofrece gratuitamente la vida y la salvación a los pecadores, requiriéndoles fe en él para que sean salvos, y prometiendo dar su Santo Espíritu a todos aquellos [judíos y gentiles] que están ordenados para vida eterna, a fin de darles la voluntad y capacidad de creer.." Este pasaje dejó claro que no solo el pueblo de Israel, sino que es un solo pacto de Gracia para salvación, a todos los que están ordenados para vida, llamense Judíos o gentiles. La iglesia no es una entidad separada, en este pacto, tanto judíos como gentiles que Creen en Cristo somos el mismo pueblo de Dios. La Escritura también lo reafirma, especialmente en el libro de Gálatas. El apóstol Pablo, escribiendo a los gálatas, dice algo revolucionario para aquellos que pensaban que ser judío de sangre era la clave para la salvación: > "Y si vosotros sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa" (Gálatas 3:29). ¡Esto cambió mi perspectiva por completo! Los verdaderos descendientes de Abraham no son los judíos de sangre, sino todos los que están en Cristo. La promesa de Dios hecha a Abraham no estaba limitada a su descendencia física; la promesa se extiende a todos los que creen en Cristo, sean judíos o gentiles. El verdadero Israel no es un grupo étnico, sino un pueblo espiritual, constituido por aquellos que han sido reconciliados con Dios por medio de la fe en Cristo. A lo largo de este proceso, me encontré con una visión mucho más coherente de las Escrituras. La Teología del Pacto no solo tenía más sentido, sino que ofrecía una visión unificada de la historia de la salvación. En lugar de un Israel distinto y una iglesia separada, todo el plan de redención estaba centrado en Cristo y se llevaba a cabo a través de su iglesia, que es el pueblo de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La Confesión de Fe de Westminster también dice, en el Capítulo 25, Sección 2: > "La iglesia visible, que bajo el Evangelio también es católica o universal (no está confinada a un país, como lo estaba bajo la ley [es decir, mientras era administrada por la nación de Israel]), consiste de todos aquellos, en todo el mundo , que profesan la verdadera religión, juntamente con sus hijos; y es el reino del Señor Jesucristo, la casa y familia de Dios, fuera de la cual no hay posibilidad ordinaria de salvación." Esta declaración es clave para entender que la iglesia no es una entidad limitada por el tiempo o la geografía. No se trata de un "pueblo de Dios" distinto entre judíos y gentiles, sino de un solo pueblo que ha existido a lo largo de todas las edades. La iglesia es universal, abarcando a todos los creyentes, sin distinción de raza o nacionalidad. Al profundizar en esta comprensión, el dispensacionalismo se fue desmoronando. Ya no podía sostener la idea de que Israel y la iglesia son dos entidades separadas, con un futuro diferente y un trato distinto por parte de Dios. El plan de Dios no es dual, sino uno. La iglesia, como el pueblo de Dios, es el cumplimiento del Israel del Antiguo Testamento. El dispensacionalismo me había enseñado a ver a Israel como un pueblo "privilegiado" y "aún especial", pero la Teología del Pacto me mostró que en Cristo, todos los creyentes son igualmente privilegiados. No hay dos caminos, no hay dos pueblos. Todos somos uno en Él. Y esa unidad es lo que debe caracterizar nuestra fe, nuestra vida en la iglesia y nuestra esperanza en las promesas de Dios. Este descubrimiento me llevó a abrazar la Teología del Pacto con una renovada pasión por la unidad de la iglesia. Ya no veo a los judíos como un pueblo "mejor" o "más cerca de Dios", sino como aquellos que, al igual que las de más naciones, deben venir a Cristo para ser parte de esta administración del pacto de Gracia en el Nuevo Testamento, de no ser así, al igual que todos los que están fuera de Cristo, son hijos de su padre el diablo (Juan 8:44) . Los que están en Cristo son "descendencia de Abraham", herederos de las promesas, sin importar su linaje físico. Al abandonar el dispensacionalismo, abrazando la unidad de la iglesia en Cristo, descubrí un gozo y una paz mucho mayores. Ya no soy parte de una iglesia marginal, esperando dejar de estorbar en el trato con el "verdadero" pueblo. Soy parte de un pueblo eterno, un pueblo elegido por Dios antes de la fundación del mundo, redimido por la sangre de Cristo al igual que mis hermanos: Abel, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, David, Daniel, etc. Y esa unidad es la que le da gloria a Dios, porque el eligió a un pueblo que sería redimido por la sangre del Cordero. -El Presbiprotestante.
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