El presbiprotestante
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February 17, 2025 at 03:16 PM
¿Qué dice la confesión de fe de Westminster? Resumen del cap. 6 al 10. Capítulo Seis: De la caída del ser humano, del pecado y su castigo. P. 1: Nuestros primeros padres, Adán y Eva, pecaron al ceder a la tentación de Satanás y comer del fruto prohibido. Dios quiso permitir este pecado en su sabio plan, lo hizo con el propósito de glorificar su nombre. P. 2: Debido a este pecado, Adán y Eva perdieron su perfección original y la comunión con Dios, quedando espiritualmente muertos y completamente corrompidos en su alma y cuerpo. P. 3: Como ellos eran la raíz de toda la humanidad, su pecado y la consecuencia de la muerte en pecado fueron transmitidos a todos los descendientes, afectando a toda la humanidad por generación natural. P. 4: La corrupción original, que nos hace incapaces de hacer el bien y completamente inclinados al mal, es la causa de todos los pecados que cometemos. P. 5: Aunque aquellos que han sido regenerados por Cristo reciben perdón y la corrupción de su naturaleza es reducida, esta corrupción persiste durante esta vida, y sigue siendo, tanto en sí misma como en sus efectos, un pecado real. P. 6: Todo pecado, tanto el original como el personal, es una transgresión de la ley justa de Dios, lo que trae culpa sobre el pecador, quien queda bajo la ira de Dios y la maldición de la ley, y así queda sujeto a la muerte, con todas las consecuencias espirituales, temporales y eternas. Capítulo Siete. Del pacto de Dios con el hombre. P. 1: La distancia entre Dios y las personas es tan grande que, aunque debemos obedecer a Dios como nuestro Creador, no podríamos disfrutar de Él ni tener su bendición sin que Él decida relacionarse con nosotros, lo cual lo hace posible a través de un pacto. P. 2: El primer pacto con el ser humano fue el pacto de obras, en el que Dios le prometió la vida a Adán y su descendencia si obedecían perfectamente. P. 3: Debido a la caída, el hombre ya no pudo obtener la vida a través de ese pacto. Por eso, Dios estableció un segundo pacto, conocido como el pacto de gracia, en el que ofrece la salvación gratuitamente a través de Jesucristo, pidiendo solo fe en Él para salvarnos y dándonos su Espíritu Santo para ayudarnos a creer (de este pacto participan los salvos del antigüo y nuevo testamento). P. 4: En la Biblia, este pacto de gracia también se llama testamento, ya que se refiere a la muerte de Cristo, quien lo hizo posible, y a la herencia eterna que nos promete. P. 5: Este pacto es uno, pero ha Sido administrado de diferentes formas en el Antiguo Testamento, a través de promesas, sacrificios y rituales como la circuncisión, que apuntaban a la venida de Cristo. Todo esto, por la obra del Espíritu Santo, ayudaba a los creyentes a entender y esperar la salvación en el Mesías. (Por ello, ellos como nosotros somos salvos por la fe en Cristo). P. 6: En el Nuevo Testamento, después de que Cristo vino, el pacto se ofrece de manera más clara y completa ya no mediante sombras, sino mediante la predicación de la Palabra y los sacramentos del bautismo y la Cena del Señor. Aunque estas formas son más simples externamente y menos ceremoniosas que las del Antiguo Testamento, ahora este mismo pacto es accesible para todas las naciones, judíos y gentiles, y se ofrece con más claridad y poder. Capítulo Ocho: De Cristo el Mediador P. 1: A Dios le agradó escoger al Señor Jesús, su único Hijo, para ser el Mediador entre Dios y los hombres. Jesús es el Profeta, Sacerdote y Rey, la Cabeza y Salvador de su Iglesia, el Heredero de todo y el Juez del mundo. Desde la eternidad, Dios le dio un pueblo (los escogidos, judíos y gentiles) para que, en el tiempo, los redimiera, llamara, justificara, santificara y glorificara. P. 2: El Hijo de Dios, quien es eterno y de la misma esencia que el Padre, se hizo hombre en el momento determinado. Fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen María, tomando una naturaleza humana y sin pecado. Así, las dos naturalezas, la divina y la humana, se unieron en una sola Persona: Jesús, el único Mediador entre Dios y los hombres, Verdadero Dios y Verdadero Hombre. P. 3: Jesús, en su naturaleza humana (unida a la Divina), fue santificado y ungido por el Espíritu Santo, lleno de sabiduría y conocimiento. Agradó al Padre que toda la plenitud habitara en Él, de modo que, siendo perfecto, sin mancha y lleno de gracia, estuviera completamente capacitado para ser Mediador. No eligió este papel por sí mismo, sino que el Padre lo llamó, dándole todo poder y juicio. P. 4: Jesús aceptó voluntariamente este papel. Nació bajo la ley y la cumplió perfectamente. Sufrió inmensamente en su alma y cuerpo, fue crucificado, muerto y sepultado, pero al tercer día resucitó. Ascendió al cielo y ahora está a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros. Al final del mundo, regresará para juzgar a todos. P. 5: Gracias a su obediencia perfecta y su sacrificio, Jesús ha satisfecho completamente la justicia de Dios y ha comprado la reconciliación y una herencia eterna para todos aquellos que el Padre le dio (un solo pueblo). P. 6: Aunque la redención de Cristo no se completó hasta su encarnación, los beneficios de esa obra fueron aplicados a los elegidos a lo largo de la historia, a través de promesas, tipos y sacrificios (al pueblo de Israel como la iglesia del antigüo testamento). Desde el principio, Cristo fue anunciado como el que derrotaría al mal y como el Cordero sacrificado. P. 7: En su mediación, Cristo actúa conforme a ambas naturalezas. Aunque cada naturaleza hace lo que le corresponde, debido a la unidad de la persona de Cristo, a veces lo que corresponde a una naturaleza se le atribuye a la otra. P. 8: Cristo aplica eficazmente la redención a aquellos por quienes la compró. Intercede por ellos, les revela la salvación a través de la Palabra, los persuade por el Espíritu Santo para que crean y obedezcan, y gobierna sus corazones. Así, vence a sus enemigos con su poder y sabiduría, llevando a cabo su plan de salvación de manera perfecta. Capítulo Nueve: Del libre albedrío. P. 1: Dios ha dado al ser humano una libertad natural en su voluntad, de manera que no está obligado ni determinado a hacer el bien o el mal por una necesidad absoluta de la naturaleza. P. 2: En su estado de inocencia, el hombre tenía la libertad y el poder de querer y hacer lo que agradaba a Dios, pero esta inocencia era cambiante y podía perderse. P. 3: Después de la caída, el ser humano perdió completamente la capacidad de querer algo que conduzca a la salvación. Un hombre en su estado natural, opuesto a todo bien, está muerto en pecado y no puede volverse hacia Dios ni prepararse para ello por sí mismo. P. 4: Cuando Dios convierte a un pecador y lo lleva al estado de gracia, lo libera de su esclavitud al pecado y lo capacita, por su gracia, para desear y hacer lo que es espiritualmente bueno. Sin embargo, debido a la corrupción que aún queda en él, no actúa de manera perfecta ni siempre desea solo lo bueno, sino también lo malo. P. 5: Solo en el estado de gloria, la voluntad humana será completamente perfecta e inmutable, capaz de hacer únicamente lo bueno. Capítulo Diez: Del llamamiento eficaz. P. 1: Dios ha predestinado a algunos para la vida eterna, y a esos, en su tiempo, los llama eficazmente por medio de su Palabra y Espíritu. Los saca del estado de pecado y muerte, y los lleva al estado de gracia y salvación por Jesucristo. Ilumina sus mentes para entender las cosas de Dios, les quita un corazón de piedra y les da uno de carne. Además, renueva sus voluntades, los capacita para hacer el bien y los acerca a Cristo, de manera que, por su gracia, responden más libremente a su llamado. P. 2: Este llamado eficaz es obra de la gracia libre y especial de Dios, y no depende de nada que el hombre haya hecho previamente. El hombre es completamente pasivo en este proceso, hasta que el Espíritu Santo lo vivifica y lo renueva, capacitando a la persona para responder y aceptar la gracia ofrecida. P. 3: Los niños elegidos que mueren en la infancia son regenerados y salvados por Cristo mediante el Espíritu Santo, quien actúa como le place. De la misma manera quienes por alguna limitacion no tiene la capacidad para escuchar físicamente el llamado externo. P. 4: Aquellos que no son elegidos, aunque escuchen el llamado de la Palabra y experimenten algunas acciones comunes del Espíritu, nunca llegan verdaderamente a Cristo y, por lo tanto, no pueden ser salvados. Además, los que no profesan la fe cristiana, aunque vivan moralmente según su propia religión, no pueden ser salvos de ninguna otra manera. Mantener que pueden salvarse es un error grave y debe ser rechazado.
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