*Siyah-Chal... no podía ser ejecutado tan fácilmente* Mientras Bahá’u’lláh permanecía bajo cadenas en el Siyah-Chal, sus enemigos estaban ocupados tratando de obtener su sentencia de muerte del Rey. Bahá’u’lláh, sin embargo, fue amado por gente alta y baja por igual y no podía ser ejecutado tan fácilmente. Se necesitaban pruebas que lo conectaran con el atentado contra la vida del Rey. Pero cuanto más intentaban encontrar pruebas, más se hizo evidente que Él era totalmente inocente. Incapaces de probar culpabilidad, estos despiadados enemigos decidieron envenenar su comida. Tan fuerte era el veneno, sin embargo, que sus efectos iniciales se notaron rápidamente y Bahá’u’lláh dejó de comer la comida venenosa que le habían ofrecido. Al final, las autoridades no tuvieron más remedio que liberarlo de la cárcel, pero esto lo hicieron sólo con la condición de que dejara el país y fuera al exilio. Bahá’u’lláh había soportado cuatro meses en prisión. Ahora estaba enfermo y agotado. Las condiciones inhumanas de la prisión, la cadena de unos 50 kilos alrededor de su cuello, y finalmente el veneno, lo habían dejado en un estado tan debilitado que fue confinado en su cama bajo cuidado vigilante. Los eslabones de la cadena habían hecho heridas profundas en su cuello y, aunque estas sanaban con el tiempo, las cicatrices permanecieron hasta el final de su vida.