Perdón, madre ¿Cómo podría desobedecerte, madre mía? Perdóname, por favor. No quiero darte la razón, pero el tiempo y el silencio se inclinan a tu lado, y sin pronunciar palabra, demuestran que siempre has estado en lo cierto. ¿Cómo podrías perdonarme? Error tras error, mi traición pesa sobre mi alma como una sombra que nunca se desvanece. Me siento como lo peor, y aun así, tú sigues ahí… protegiéndome, amándome, cuidándome. ¿Cómo podría odiarte? Solo dime “Hola” cuando cruce esa puerta, y abrázame fuerte, tan fuerte que por un instante pueda olvidar mi culpa, aunque mi mente se encargue de recordarme una y otra vez lo mucho que fallé al no poder cumplirte. Siempre tienes la razón, y eso es lo que más me duele, porque me rebelo contra tu verdad, pero al final, ¿qué sentido tiene negar lo inevitable? Si todo este tiempo la verdad estuvo en tus manos, ¿por qué fui tan necio para rechazarla?