
It's me, the thinker
13 subscribers
About It's me, the thinker
Escritos, Escritos por el pensador, de un alma pidiendo ayuda y palabras queriendo ser escuchadas
Similar Channels
Swipe to see more
Posts

Hoy soñé que iba vestida de blanco, caminando, y las personas mirando, y yo llorando. No podía mantenerme firme viéndola. Su sonrisa me dejaba helado al caminar. Llegó a mi lado, y me vi a mí mismo en el reflejo de sus ojos, y ella se vio en los míos, pues no paraba de llorar de emoción y miedo. Y me desperté, llorando, pensando que podría ser una posibilidad. Y entonces recordé tantas cosas que escribirle, tanto amor y poemas, y ella no los verá. No los verá. Y a mí se me olvidarán. No llamará, y con otro se irá. Y sí, se irá. Con alguien mejor. A veces me pregunto si es la edad consecuencia de la madurez, y si es así… ¿y si no? Ella enlista todas las cosas buenas de mí, y yo no puedo verlas. Quisiera saber qué piensa de mí, de mi corazón, de mis pensamientos, ¿de mi alma? ¿Y por qué las ve con tanta pureza? Mis padres estaban en la boda. Consecuentemente, ninguno lloraba exageradamente, excepto mi madre. Mi padre sollozaba con orgullo, y mis hermanos parecían admirarme… eso creo. O tal vez querían que empiece la fiesta. Yo decidí que, a un lado, los más importantes estén ahí, a mi lado. Mi mejor amigo y los demás estaban felices de verme. Y yo… así yo, así raro… lo hice. ¿Por qué digo que lo hice? Porque para mí no hay nada que me detenga de obtener lo que quiero. Y si eso quiero, lo alcanzaré. Y te prometo, que ese sueño… de ese sueño, no despertaré. Cargado de amor, un amor genuino. Quiero creer que escribo así por no hundirme en tristeza. Pues mientras más amor, más dolor. Oh no… ahí viene otra vez, la parte triste. No… te lo pido de rodillas: si yo no cumplo ese sueño, arrebátame el corazón. Llévatelo contigo, porque no me pertenece. Si no es tuyo, tampoco es mío. Te regalo todo. Tú regálame soledad. La necesito. Eso creo. Mi hermano mayor es sociable. El del medio es tímido, antisocial. ¿Y yo? ¿Qué soy? ¿Qué clase de guerrero llora en sus sueños? ¿Qué clase soy?

"Prefiero conducir rápido un auto lento, que lento un auto rápido." A veces escribo por un tema claro, y otras, parto de una frase reflexiva, queriendo escarbar lo hondo, girarla, encontrar belleza en los detalles más pequeños. Y quizá, al final, se trate de eso. No quiero que con una mujer "maravillosa" dure tan poco y todo termine mal. Prefiero arriesgarme contigo, sabiendo que eres ese auto lento, antiguo y preciado, que contemplo asombrado, cuyo motor escucho como quien escucha un recuerdo. Verlo andar... es un espectáculo. ¡Oh, qué locura la mía! Tan absurda como un gato dibujado por un esquizofrénico, o un autorretrato pintado por alguien con Alzheimer. ¿Qué hago ahora, parado en el vacío? Te observo desde el espacio, veo tu vida avanzar. Al final, la decisión debía tomarla yo. Curioso, ¿no? No volveremos a hablar... no hasta que decida regresar. Pero no te preocupes, leo tus listas con entusiasmo. Quiero releer todos tus escritos. Ahora veo el cielo. Veo los aviones. Las bombas caer. Dime, ¿no es extraño que siempre termine escribiendo catástrofes? Y sin embargo, te veo como un campo lleno de flores, con esa paz y ese olor tan tuyo. Al leerte, te imagino encerrada en una biblioteca, intacta, eterna. ¿Y tú, cómo me ves? Con la sangre, con los ojos colgando de sus cuencas con los brazos mutilados, la piel desgarrada, los nudillos rotos, la mandíbula quebrada y fuera de lugar.. Oh, qué locura la que dejo retratada ante ti... Un poco vistoso, terminar así.

Golpes de la vida, respondo con la paciencia, bajo los brazos y dejo que me moldee. Me siento estancado, que no avanzo, que no tengo logros. Que no llevo la riendas de mi vida, y que otros me controlan, quiero dejar eso de lado, quiero levantar los brazos y arremeter contra la vida, y demostrarle a los otros, que miren, mirarlos. "Esto es lo que puedo hacer", seguir peleando. Seguir luchando, Dame golpes vida. Dame esos que son tan duros como el concreto, al final, nada impedira que cumpla lo que le prometi, y sabes que, por supuesto que la casa tendra vista al mar! Por supuesto que surfearemos! Pero por supuesto! Que esto sea una señal que la fe en mi no decae, si no que va arriba como un cohete, pero, la tristesa y el sentimiento es incontrolable para un alma tan rota

> “Dios no los dejará ni los abandonará.” Ojalá poder hacer la misma promesa. Me encuentro estancado, perdido, no puedo avanzar. Y pensé: “¿Para qué detenerla conmigo? ¿No es mejor soltarla y que avance, hasta que pueda zafarme de las garras del fango?” “Pero, Señor, eres uno solo, contra muchos, cientos de problemas, obstáculos y personas. Ellos tienen carros, armas, escudos y arcos.” “Yo no puedo ganar por mí mismo, y tengo miedo. De veras lo tengo, entonces.” “¿Entonces por qué tus pies se mueven hacia la guerra perdida?” “No lo sé. No tengo nada que perder, tengo mucho que aprender. Y si la guerra quiere pelear contra mí, por mi Dios, ganaré.” Lindo relato. Entonces Dios lo bendijo, lo ayudó, y le dio valor. Y lo que parecía perdido, resultó en victoria. Ahora, ¿qué puedo contarte? ¿Solo mis problemas? ¿Quieres solo lo malo? ¿Y mi sentimiento? ¿Qué hago con él, tan intenso? Créeme que traté de ser lo más lineal. Yo creí en sus palabras, en sus besos, y ahora fue un puñal. La herida sangra, parece que no curó… y por mi pecado a Dios perdón pedí. Por eso no puedo tomarte la mano en el camino. He aprendido, he visto en mi soledad, que sangro, y lo oculto, tanto solo para que no te vayas de mi lado, con mi brazo cortado. Y yo, tan ingenuo, pensé ocultártelo siempre, y cuando caminemos juntos, revelártelo… Qué villano. ¿Ahora entiendes? ¿Por qué soy malo? Un depredador, un ruin, egoísta, que no se preocupa por otro, y busca su bienestar. Oh, tú ten piedad. Sé que te gusta la redención, y a mí también. No soy caso perdido. Pero créeme que no es tan malo como suena. Yo he pecado, y he mentido, he insultado, he contaminado mi cuerpo, he ocultado, y con verdad falsa, engañé al mundo, a mis padres, que más me quieren, que tienen confianza, les escupí, los odié. Y mírame ahora… ¿Cómo es posible que un hombre tenga la bondad de tenerte al lado, guiándome y apoyándome en el peor momento? No lo hago por mí, lo hago por ti. Es tuyo. Ahora entiende: te he soltado, hasta prepararme, hasta cerrar todas las heridas que sangran. Porque es verdad. Admito mis pecados. Y el que más me persigue, te lo cuento. Porque pasó tanto… Y pensarás: “Debías superarlo. Ya pasó. Ya madura.” El mismo sentimiento que sientes por mí, yo lo sentí con otra persona. Y lo arranqué a la fuerza de mi corazón. Y sangra tan profundo… y la cura es superficial. Por eso las noches tristes. Por los recuerdos que no olvido. Por ver el alba, y dejar de pensar. Por eso el alcohol tan presente, y las salidas fáciles, por la distracción. Oh, querida. Tú escribes para tu madre. Yo escribo para que me leas. Porque sé que pocos llegan hasta acá con tanta pasión y anhelo. Tienes muchos a tu lado, muchos que te leen, muchos que te apoyan. Y sé que me dirás lo mismo, pero no te esfuerces. Solo me quedo contigo. Confía en mí un último baile. Este poema lleva dos personas, trabajando juntos frente al río. Y te reirás de mis chistes, y yo reiré por ti. Y dame un beso que dure para siempre. Que dure eternamente. Que cuando despierte del sueño pueda llorar, y recordar que no estás aún a mi lado. ¿Por qué no pude besarte cuando partí al avión? No quiero. Es triste que siga así. Es normal ya.

¿Qué es amar? Oh, cuántas veces me he hecho esta pregunta, aun siendo joven y con el alma a medio forjar. Me la he planteado tantas veces que comienza a parecer una de esas interrogantes que no tienen respuesta fija. Apuesto que historiadores, filósofos, guerreros, gobernantes y sabios… todos darían una definición distinta. ¿Cómo encasillar el amor sin caer en la banalidad, sin volverlo vulgar o egoísta? ¿Cómo hablar del amor sin ofenderlo con palabras torpes? Si dijera que sus ojos son como nebulosas danzando en el cielo... ¿Dejaría de amarla si esos ojos desaparecieran? No. Mil veces no. Entonces, ¿por qué esta sociedad juzga al que ama lo visible, si lo invisible es lo que nos sostiene? Escucha, aunque sea por un instante: Yo amo su alma tanto como su andar; amo la forma en que inclina la cabeza para decir que no, y esa manera graciosa en la que tambalea cuando desea algo. La amo tal cual es… La amo en el pensamiento, en las mil formas en las que podría encontrarla por azar, y en todas me causaría la misma reacción: un rayo cruzando el pecho, una explosión que nace adentro y se expande sin permiso. ¡Ay, amada mía! Mi corazón te presiente en cada palabra escrita por tu mano. Mi mente, juguetona e imaginativa, te ve llegar por la puerta, con un vestido color beige porque sé que el blanco te encanta pero si fuera por ti, vendrías sencilla, con tus pantalones anchos y el skate bajo el brazo, con esa naturalidad que el mundo no merece. Ay, ay, ay... Si me escuchas suspirar, es porque intento calmar mi mente para sentirte con más fuerza. Estás lejos, lo sé, pero tus abrazos viven aún en mi memoria, y sueño con poder sostenerte un día sin miedo. Amo tu historia dolorosa, amo tu valentía silente, amo tu piel canela, aunque otros la nieguen o la oculten. ¿Cómo pude enamorarme de una artista? Y sin embargo, cada vez que veo el cielo, cada edificio, cada palabra que de ti brota, todo me habla de arte, todo es perfecto en su imperfección. Amada mía, te pertenezco. Quiero bailar contigo bajo la risa de los demás, quiero que nos juzguen por tropezar, por bailar como niños en un mundo que ha olvidado la inocencia. Que se abra el cielo y caiga la lluvia, que cierren los paraguas, y que veamos los rayos con asombro y sin miedo. Quiero contarte historias bellas, invitarte a mi mundo, llamarte princesa, guerrera, soldado del alma. El campo de flores se extiende a lo lejos… pero hay sangre en mis manos, y veo que las tuyas también están heridas. Déjame curarlas. Déjame, al menos, intentarlo. Mira cómo me quito el casco, cómo me presento sin armadura, ves… ¿me ves ahora? Nos veremos, amada. Una vez más. Otra vez. Y aún si el mundo desapareciera, yo te recordaría. Mi piel junto a la tuya, mi alma entre tus manos, y el tiempo no nos separará. Estaré contigo. Por siempre. Por siempre junto a ti.

Atentamente, como el fan número uno de tu ficción tan atrapante y tan solitaria te escribo con el fervor de quien ha visto un universo donde otros solo ven letras. Ojalá el mundo pudiera verla con mis ojos, y leerla con la misma pasión encendida en mi pecho. Déjame. Déjame quejarme, déjame maldecirme, insultarme, aunque no sirva de nada. ¿Por qué no me dejas? ¿Qué es esa presencia tuya que, en lugar de hundirme, me arrastra hasta una calma que no pedí? Sí… Necesitaba caer. Estaba demasiado alto. Y el suelo… el suelo me recibió como un juicio. Vi mis rodillas quebrarse, mis huesos destrozarse quizá exagero, pero así dolió. Y sin embargo, en el fragor de mi mente, brotó una chispa de resiliencia. Porque él, mientras me sujetaba en medio del abismo, mientras forcejeábamos tras aquella caída cruel hacia el infierno, me dijo: "Te vi. Te vi cuando te quemaste". Y aún con mi mente traicionera, aún con el cuerpo roto, recordé por quién estaba luchando. Y le respondí: "Necesitarás más que un poco de fuego para matarme". Fue épico para mí. Lástima que, en la realidad, solo fue otra caída silenciosa en medio de un mundo que no supo a batalla… sino a costumbre.

Tontamente he caído en este círculo, donde mi diario se tornó altar, donde mi mente colapsaba como torre antigua, y escribía escritos velados, difíciles de descifrar, pues andaba errante, como oveja sin pastor. Y ahora, he aquí el misterio: escribo por alguien. Esperando que cada letra, cada palabra trazada con tinta de alma, sea leída en su hondura. No ceso de agradecerle. ¿Cuántas veces la ensalcé ante la compañía de los justos? ¿Cuántas negué su nombre, temiendo el pacto de los corazones? Solo hay una sustancia, una esencia que no puedo negar. Debería estar dormido, soñando con ella en el vientre de la noche, pues lejana está como estrella apartada, y la voz entre nosotros ha cesado. Pero sé, sé que mira a través del ojo de ese telescopio, porque desde ahora y para siempre, lo que verá será la mejor versión de mí. ¿Lo has visto? Desde que llegó, mi boca la pronuncia, y mi mente se volvió un remanso sereno, donde ya no mora el tormento. El huracán ya no me arrastra, resisto los rayos con pecho de hierro, y lamento, oh cuánto lamento… que esto no sea tan bello como los cuentos de Arcadia. ¡Qué personajes! ¿Allí también lo viejo funciona?

El cielo resplandece... y, sin embargo, no puedo verlo. Hay tanta luz, tanta artificial claridad, que me ciega la belleza. Y todo cuanto observo, lo juzgo con dureza. Soy así. ¿Puede algo, acaso, transformarme? Si existe aquello capaz de hacerlo, que venga, que me reconstruya con cosas nobles, que me enseñe a contenerme, a vivir sin herir, sin gritar, sin golpear, sin amar en exceso ni lamentar en silencio. Sin pasar de largo... Y ahora, ¿qué hago yo con esta deuda de no saber qué escribir cuando las estrellas me miran y yo aún no puedo mirarlas? No es culpa mía que las ciudades devoren lo bello de este mundo. Oh, querido lector... ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que me dirigí a ti como solía hacerlo? Con palabras tiernas, con la ilusión de que estabas ahí, leyéndome. Y ahora... con tan escasos vestigios de tu presencia, ¿cómo podría imaginarte rozando tu propia piel al compás de mis letras? ¿Has encontrado algún patrón en mis pensamientos? ¿Alguna constante en este mar de interrogantes? Son enigmas que no llegan a ninguna orilla. Y eso, en sí, ya es desesperante. Me impresiona... porque incluso si estuviese ciego, agotado, drogado o quebrado, seguiría escribiendo. Pero eso, a nadie le importa. No es relevante, es trivial, dicen. ¿A quién podría importarle el pensamiento profundo de un adolescente? De alguien “inmaduro”, que no ha vivido lo suficiente, al parecer, que no ha liderado guerras, ni ha negociado tratados con potencias mundiales. Ahora les pregunto, a ustedes, amantes del oro fácil, sabios de la necedad elegante: ¿Quién de ustedes se ha superado de verdad? ¿Quién venció la tentación cuando la muerte susurró su nombre con voz dulce y seductora, con la promesa de irse en paz, y en silencio, y sin dolor?

Si alzara mis ojos a los cielos, contaría las estrellas una a una, hasta encontrarme con ella. Que mueran los hombres, que mi carne se disuelva en la tierra, y que mi alma descienda al abismo insondable donde mora, allí, en lo más profundo, donde la oscuridad no conoce fin, donde yacen los cuerpos de los guerreros caídos, y los nombres han sido olvidados por el tiempo. No puedo mentir ante Ti, Señor de los tiempos: la extraño. Y cada día que nace y muere, mi pensamiento vuelve a ella. Ella habita en mi mente, esa mente perversa, donde el mal ha echado raíces. Porque es verdad: no soy justo para este mundo. Mas me esforzaré con todo lo que soy, para alzarla hacia la luz del túnel, para que viva cada instante como si fuera el último que le has concedido. ¿De qué podría yo quejarme? Si pasé años en pena, clamando por compañía, y Tú, oh Dios, me escuchaste. No era como imaginé: ni su edad es la mía, ni su estatura la deseada, ni sus ropas son sombrías, ni su piel es de alabastro. No era lo que pedía... pero era lo que necesitaba. Ella es buena, valiosa, amable. Ella sonríe mientras su corazón llora. Ella es valiente cuando tiembla de miedo. Ella es fuerte cuando otros caen. No es lo que pedí, pero es lo que Tú, Señor, sabías que yo precisaba. Espero ser para ella lo que ella es para mí: el mate en las mañanas, la palabra en la noche, la quietud en la tormenta. Oh mujer valiosa, ángel entre mortales, ¿cómo podría yo pagarte? ¿Y Tú, Dios de justicia, por qué a mí? ¿A mí, guerrero vencido, que ha sido atravesado por flechas y espadas, una y otra vez? ¿Por qué me premias si tantas veces te fallé? ¿No era más justo el castigo? Y si castigo merezco, hazlo caer sobre mí, pero no sobre ella. No la apartes de Tu presencia, bendícela, oh Señor, diez veces más que a mí. Dale paz, dale descanso, hazla eterna en tu gracia. Yo no merezco tanto. Ella, con tan poco, quiere regalarme todo. ¿Cómo podría yo aceptar tan santo acto? ¿Quién soy para soñar una vida a su lado? Dime, Señor, ¿cómo? ¿Cómo puede un hombre ser columna, cuando su corazón fue roto tantas veces? Tiene capas de piedra dura, encadenado está y su llave es la confianza. Te entrego la llave, a Ti y a ella. Si ha de quedarse, que sepa que la amo. Que lo diga al mundo, y mi corazón, por ella, se ablandará y latirá tan fuerte que podrá escucharse en los cielos. Y si el día llega… este guerrero caminará por campos de flores, aunque su sangre tiña la tierra. Caerá de rodillas, rendido, y no podrá evitar el cansancio… pero no olvidará. Yo sé que le fallé. Y debo pagarle. Mas si me perdona… si olvida mis errores… Oh, no la dejes partir. Yo no quiero olvidarla. Lucharé por tenerla. Ella es cielo, ella es estrella, ella es todo en mi vida. La amo. No te digo mentira. Y aunque pasen los siglos, por ella, yo daría la vida.

Escritura… bla bla bla… Palabras, palabras. Me siento. Aburrido, ¿sabes? Pensar me cuesta últimamente. El pensador ese arquitecto de sombras, esa mente maquiavélica parece haberse tomado vacaciones y ha dejado un cascarón vacío donde antes ardía un universo. ¿Cuál es el punto de todo esto? He tocado fondo. Tenía el presentimiento de que exploraría, de que todo sería… glorioso. Pero las noches solitarias siguen ahí, silenciosas, inmutables, como centinelas del vacío. Hay… o hubo… alguien, pintando un paisaje muy lejos de donde estoy ahora. Dislumbra con fuerza, con su ser. Mis ojos… ¿qué tienen? ¿Podrías explicármelo tú, que lees esto sin hablar, sin moverte, sin irte? ¿Por qué decides quedarte? ¿Por qué no saliste cuando todo se volvió espeso? ¿Por qué sigues leyendo mis palabras? ¿Qué encuentras en ellas? ¿Y por qué no respondes? Es bien sabido: escribo para ti. Para aquel. Para ustedes. Y si no lo hago, entonces, les cuento cosas, porque el silencio también quiere ser oído. Se ha tornado muy raro, ¿no? Mis escritos poéticos ya no son como antes. Donde había angustia y sufrimiento, ahora hay una duda espesa, una niebla existencial, como mirarse desde fuera del cuerpo, como si el alma se sentara en la grada a observarte. Hay un juego muy lindo… y creo que es un logro, ¿no? Más de la mitad de mi vida, y más, jugándolo. Y fueron muy pocos a quienes realmente pude contárselo con entusiasmo. No pude. No quise. No era el momento. ¿Y cuándo es el momento, entonces? Seguiré leyendo, yo, fan de no leer, porque hay algo algo mínimo, algo frágil al que me gusta prestarle atención. Solo espero… otro escrito más.