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June 6, 2025 at 11:47 AM
INFO.GOX.ORTHODOXY El monje Simeón el Morador del Pilar       El monje Simeón, el Pilar, nació en el año 521 en Antioquía de Siria, de los piadosos padres Juan y Marta. Santa Marta (Com. 4 de julio) desde su juventud se preparó para una vida de soltera y anhelaba el monacato, pero sus padres insistieron en que se casara con el joven Juan. Tras una ferviente oración en una iglesia en nombre de San Juan Bautista, la futura monja recibió en una visión la instrucción de someterse a la voluntad de sus padres y contraer matrimonio. Durante su vida matrimonial, Santa Marta se esforzó por agradar a Dios y a su esposo en todo. A menudo oraba pidiendo que le concedieran un hijo y prometía consagrarlo al servicio de Dios. En su aparición a la santa, San Juan Bautista le reveló a la piadosa Marta que de ella nacería un hijo que serviría a Dios. Al nacer, el niño recibió el nombre de Simeón y fue bautizado a los dos años.       Cuando Simeón tenía seis años, un terremoto azotó la ciudad de Antioquía, durante el cual falleció su padre. Durante el terremoto, Simeón se encontraba en la iglesia. Al salir de ella, se extravió y pasó siete días al abrigo de una mujer piadosa. Tras aparecerse de nuevo a la beata Marta, Juan el Bautista le indicó dónde encontrar al niño perdido. La madre del santo, tras encontrar a su hijo perdido, se instaló después del terremoto en las afueras de Antioquía. Ya durante su infancia, el Señor Jesucristo se le apareció varias veces a San Simeón, prediciéndole sus futuras hazañas y la recompensa que les correspondería. Simeón, de seis años, se adentró en el desierto, donde permaneció un tiempo en completo aislamiento. Durante este tiempo, un ángel portador de luz lo protegió y alimentó, y finalmente llegó a un monasterio solitario, dirigido por el higúmeno Abba Juan, quien practicaba el ascetismo sobre una columna, y lo aceptó con amor.       Después de un tiempo, San Simeón pidió al anciano Juan que le permitiera también ascéticamente sobre una columna. Los hermanos del monasterio, con la bendición del higúmeno, erigieron una nueva columna cerca de la suya. Tras completar la obediencia del niño de siete años al monacato, el propio Abba Juan lo elevó sobre esta columna. El joven asceta, fortalecido por el Señor, creció espiritualmente rápidamente, superando en sus esfuerzos incluso a su experimentado preceptor. Por sus denodados esfuerzos, San Simeón recibió de Dios el don de la curación. La fama de las hazañas del joven monje se extendió más allá de los límites del monasterio, y monjes y laicos acudieron a él desde diversos lugares, deseosos de escuchar sus consejos y recibir sanación de sus enfermedades. El humilde asceta continuó su ascetismo siguiendo las instrucciones de su mentor espiritual, el abad Juan.       A los 11 años, decidió practicar el ascetismo en una columna aún más alta, cuya cima alcanzaba los 12 metros. Los obispos de Antioquía y Seleuco acudieron al lugar de las hazañas del monje y ordenaron al santo asceta a la dignidad de diácono, permitiéndole subir a la nueva columna, en la que el monje Simeón ascéticamente permaneció durante ocho años.       El monje Simeón oró fervientemente pidiendo el envío del Espíritu Santo sobre él, y la santa oración del asceta fue escuchada. El Espíritu Santo descendió sobre él en forma de una luz resplandeciente, colmando al asceta de Sabiduría Divina. Junto con los preceptos orales, San Simeón envió preceptos escritos sobre el arrepentimiento, el monacato, la Encarnación de Cristo y el Juicio Final.       Tras la muerte de su mayor, San Simeón estructuró su vida de esta manera: desde la salida del sol hasta media tarde, leía libros y copiaba las Sagradas Escrituras, tras lo cual se levantaba de nuevo a orar y oraba toda la noche. Al comenzar el nuevo día, tras descansar un poco, comenzaba su regla habitual de oración con la salida del sol.       El monje Simeón concluyó sus esfuerzos en la segunda columna y, por decreto divino, se estableció en el Monte Maravilloso, tras haberse convertido en un anciano experimentado en su monasterio para guiar a los monjes. El ascenso al Monte Maravilloso estuvo marcado por una visión del Señor, de pie sobre una columna. San Simeón continuó sus hazañas en este lugar, donde vio al Señor, primero sobre una piedra y luego sobre un pilar erigido de nuevo. Se le revelaron acontecimientos futuros al monje Simeón, y así predijo la muerte del arzobispo de Antioquía, Efrén, y la enfermedad del obispo Domnos, que lo sobrevino como castigo por su falta de piedad. Finalmente, el monje Simeón predijo un terremoto en la ciudad de Antioquía e instó a todos los habitantes a arrepentirse de sus pecados. En el Monte Maravilloso, San Simeón fundó un monasterio, cuya iglesia construyeron los enfermos que él sanó, en agradecimiento por la misericordia que les había mostrado. Para las necesidades del monasterio, el monje pidió mediante una oración un manantial de agua, y en una ocasión, durante la escasez de grano, gracias a su oración al Señor, el trigo se multiplicó en los graneros del monasterio. En el año 560, por mandato del Señor, el santo asceta, a los 39 años, recibió la dignidad sacerdotal de manos del obispo de Seleuco, Dionisio. A los 75 años, el monje Simeón fue advertido por el Señor sobre su inminente fin. Convocó a los hermanos del monasterio, les dio una bendición de despedida y expiró en paz ante Dios en el año 596, tras 68 años de trabajo en la proeza de la morada de los pilares.       Al igual que en vida, también después de su muerte, el monje obró milagros, sanando a ciegos, cojos y leprosos, salvando a muchos de las fieras, expulsando demonios y resucitando a los muertos.

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