MUY PERSONAL Una Bendición Mayor En la vida cristiana, todos enfrentamos momentos de decepción, angustia, y pérdida. Sin embargo, no podemos permitir que el dolor por una decepción ni la aflicción provocada por una dificultad nos cierren las puertas de la esperanza. La esperanza cristiana no es un simple deseo optimista; es una certeza firme basada en las promesas eternas de Dios. Como nos recuerda el apóstol Pablo: "Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado." — Romanos 5:5 Esta esperanza está anclada en una verdad fundamental: Dios Padre, en su Hijo Jesucristo, ha abierto para nosotros las puertas del cielo. No solo ha prometido vida eterna, sino que también nos ofrece en el presente sus bendiciones, su gracia y su compañía. Jesús mismo nos aseguró: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." — Juan 10:10 Esta vida abundante no depende de nuestras circunstancias externas, sino de nuestra disposición interna. Tener el corazón abierto a la presencia y al amor de Dios es la llave que activa la gracia. No se trata de hacer cosas para “merecer” el favor divino, pues la gracia de Dios es un regalo inmerecido. Como dice la Escritura: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." — Efesios 2:8-9 Lo que Dios nos pide es disposición plena y total a su presencia. Esto implica rendirnos en confianza, abrir el alma sin reservas, y permitirle entrar con toda su fuerza sanadora. Jesús toca a la puerta de nuestro corazón esperando ser recibido: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." — Apocalipsis 3:20 Cuando respondemos con fe y humildad, la abundancia de su bendición fluye libremente en nuestra vida. No porque seamos dignos, sino porque Él es fiel. Y es entonces cuando la duda se disipa, el temor se aleja y la tristeza cede paso a una alegría profunda, nacida del encuentro con el Amor eterno. "En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre." — Salmo 16:11 Dios no promete una vida sin dificultades, pero sí promete su presencia constante, su paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7), y la certeza de que todas las cosas cooperan para bien para los que lo aman (Romanos 8:28). Por tanto, en medio de cualquier prueba, abramos el corazón con confianza. No esperemos a sentirnos “aptos” o “limpios” para acercarnos; acerquémonos tal como estamos, porque Él nos transforma desde adentro. Y si vivimos con esta disposición, experimentaremos una bendición mayor: la misma presencia de Dios en nosotros, fuente inagotable de paz, gozo y esperanza.(Arch. Gerásimos)