Quien no se conoce a sí mismo, no alcanza la misericordia. Quien no comprende la misericordia, no vuelve en sí. Con su pequeña mente, se ha convertido en rehén de la vida. Cree haber derramado misericordia sobre todos los mundos. Pero el hombre debe buscar el remedio a su sufrimiento en su propia naturaleza. El temperamento revela la esencia de uno. Quienes se refugian a la sombra de Allah son los piadosos; aunque el cielo y la tierra se unieran, jamás se apartarían de la verdad. Saben que la vida mundana no es más que un beneficio pasajero. Sus corazones están siempre llenos de verdad. No se enorgullecen. No hacen comparaciones. Viven solo según los mandatos de Allah, y así caminan hacia la verdad. Si el color de la piel cambia, pero no el pensamiento, así también la naturaleza no cambia. El camino parece paraíso para quien cree que su habilidad es solo suya. En el mundo hay guerras, y hay paz también. Los oprimidos mueren. Resuenan los gritos de victoria. Y el hombre sigue como si nada hubiera pasado. Tal es su naturaleza. Quienes están cerca de su ego pero lejos de su alma, son aquellos que no se conocen a sí mismos. Quien se conoce a sí mismo, conoce sus límites. No está entre quienes los sobrepasan. Estas son palabras de interpretación. Un día, estas palabras también llegarán a su fin. La verdadera sabiduría está en lo que se entiende. No se culpa al que habla, sino a quienes tienen el corazón cerrado. Son ellos quienes se dejan llevar por la vida mundana. El verdadero propósito es vivir la vida con significado. Vivir sin Allah y sin el Libro es en vano. Con paz y oraciones… Como la gracia de los pájaros en vuelo.