#artículocompleto | Polonia y el malmenorismo que nos hunde Cuando votar “al menos malo” perpetúa lo malo: así funciona la trampa perfecta del poder. UNA DERROTA SOCIAL ANUNCIADA El mal menor no solo no ha frenado al mal mayor: lo ha legitimado. Polonia ha hablado. Y ha elegido a un historiador que niega la historia. Karol Nawrocki, impulsado por el Instituto de la Memoria Nacional, exdirector del Museo del Levantamiento de Varsovia y promotor de una visión etnonacionalista del pasado polaco, ha ganado las elecciones presidenciales del 2 de junio de 2025. Frente a él estaba Rafał Trzaskowski, liberal, europeísta, sin carisma ni ruptura, convertido en el “candidato del orden” por miedo a lo que representaba Nawrocki. No fue suficiente. El malmenorismo no logró contener la marea. Esta vez, ni siquiera la apelación al “voto útil” consiguió frenar a la extrema derecha. La mayoría votó con la nariz tapada y perdió. Porque el miedo no moviliza tanto como la rabia. Y los discursos vacíos de reforma ya no convencen a una sociedad agotada por la precariedad, la desigualdad y el autoritarismo difuso que el propio centro político ayudó a instaurar. Nawrocki no llega desde los márgenes: llega desde las instituciones. Desde 2016 lleva construyendo un relato que criminaliza el comunismo, blanquea al colaboracionismo católico y glorifica un nacionalismo excluyente. Ahora tendrá el poder de imponerlo. Y la izquierda institucional polaca, que no supo ni quiso levantar una alternativa popular, queda fuera de juego. EUROPA CELEBRA EL FRENTE ANTI-RUSO, AUNQUE SEA ULTRA Se trata de asumir que no hay democracia posible cuando solo se nos permite elegir el decorado del desastre. Bruselas guarda silencio. El Parlamento Europeo se tensa. Pero nadie rompe la baraja. Porque Nawrocki ha prometido lealtad a la OTAN, gasto militar creciente y cero tolerancia con la inmigración. A la Europa fortaleza le molesta el tono, no el fondo. Mientras no se cuestione el libre mercado ni se frene el cerco a Rusia, la extrema derecha polaca podrá gobernar sin grandes sanciones ni escándalos diplomáticos. La política exterior manda. Los derechos civiles, no. El aborto seguirá prohibido. Las personas LGTBI seguirán siendo perseguidas. La frontera con Bielorrusia seguirá blindada con concertinas y expulsiones ilegales. Y todo eso se hará bajo un mandato democrático. Legítimo. Aplaudido por los medios del régimen. El mal menor no solo no ha frenado al mal mayor: lo ha legitimado. Porque al no ofrecer ninguna alternativa material ni simbólica al neoliberalismo autoritario, lo único que consigue es allanar el camino al fascismo con urnas y banderas. Ya no se trata de elegir entre lo malo y lo peor. Se trata de asumir que no hay democracia posible cuando solo se nos permite elegir el decorado del desastre. DEBEMOS ROMPER LA JAULA, NO PINTARLA DE AZUL El antifascismo institucional ya no basta. La retórica de “todos contra la ultraderecha” sin una agenda transformadora detrás es papel mojado. Este resultado no es solo una advertencia para Polonia. Es un espejo para Europa. Para España. Para cualquiera que crea que se puede frenar el avance ultra sin tocar los privilegios económicos, sin redistribuir la riqueza, sin empoderar a las mayorías trabajadoras. El antifascismo institucional ya no basta. La retórica de “todos contra la ultraderecha” sin una agenda transformadora detrás es papel mojado. El voto del miedo no moviliza cuando el miedo ya está instalado en la vida cotidiana. En el precio de la vivienda, en la factura de la luz, en el despido fácil, en el futuro que no llega. Nawrocki ha sabido canalizar ese resentimiento. Trzaskowski no. Y la izquierda ha desaparecido del tablero por haberse convertido en mero suplemento técnico del centro. No es el final. Pero es una llamada brutal a dejar de esperar milagros desde arriba. Si no construimos poder popular desde abajo, el autoritarismo dejará de ser amenaza para convertirse en costumbre.